Friday, March 18, 2011

Gabriela Mistral rebelde sin fronteras...


Hernando Soto
Clarín de Chile

Mistral fue en muchos aspectos una adelantada a cambios y enfoques que hoy parecen naturales, indispensables y muchas veces urgentes. Cristiana de espiritualidad esencial, se definió como partidaria de transformaciones profundas: la necesidad de una reforma agraria, el latinoamericanismo real, el respeto a los indígenas y mestizos, el amor por los niños y los oprimidos. Ejemplar fue su preocupación por la instrucción y la cultura al servicio del pueblo.

Deberíamos tratar de conocerla mejor, más allá de convencionalismos y oscuridades.

Su sentimiento de pertenencia al mundo popular fue indiscutible. En carta a un amigo mexicano le confiaba: “…debo a la aristocracia una protección generosa: la de su defensa cuando se hizo campaña contra mi nombramiento para un liceo, pero la clase dentro de la cual me siento, aquella de la que espero más y a la que amo de corazón es la clase obrera”.

Tenía una opinión clara sobre el lugar que debía serle reconocido a los trabajadores en la sociedad. Cuando en 1925 fue invitada a participar en el Consejo Nacional de Mujeres condicionó su gustosa aceptación a que en él participaran las sociedades obreras, para que se reflejara la realidad de las clases sociales de Chile: “La clase trabajadora no puede ser menos de la mitad de los representantes en una asamblea cualquiera, cubre la mitad de nuestro territorio, forma nuestras entrañas y nuestros huesos. Las otras clases son una especie de piel dorada que la recubre”.

A esa toma de posición agregaba otros elementos identitarios que la fueron completando, como su calidad esencial de lugareña, del pequeño valle excavado en la aridez de los cerros en que nació y vivió sus primeros años, cerca de La Serena. “Somos la gente de esta zona de Elqui, mineros o agricultores en el mismo tiempo. En el valle el hombre tomaba sobre sí la mina, porque la montaña nos cerca por todos lados y no hay modo de desentenderse de ella: la mujer labraba en el valle. Antes de los feminismos de aldea y de reformas legales, cincuenta años antes, nosotros hemos tenido allá en unos tajos de cordillera el trabajo de la mujer hecho costumbre. He visto de niña regar a las mujeres a la medianoche en nuestras noches claras, la viña y el huerto frutal; las he visto hacer totalmente la vendimia; he trabajado con ellas en la llamada ‘pela del durazno’ con anterioridad a la máquina deshuesadora; he hecho sus arropes, sus uvates y sus infinitos dulces llevados de la bonita industria familiar española”.

En la huella de Martí


A través de la mirada y el recuerdo de su aldea, Gabriela pudo imaginar y tratar de entender el mundo. Su raigambre latinoamericana se hizo profunda, más allá de particularismos y definiciones políticas. Hablando ante el consejo directivo de la Unión Panamericana, en Washington, en 1946, poco después de “eso de Estocolmo”, como decía a veces para referirse al Premio Nobel, señalaba: “No soy una patriota ni una panamericanista que se endroga con las grandezas del continente. Me lo conozco casi entero desde Canadá a Tierra del Fuego; he comido en las mejores y en las peores mesas, tengo esparcida en la propia carne una especie de limo continental. Y me atrevo a decir, sin miedo de parecer un fenómeno, que la miseria de Centroamérica importa tanto como la del indio fueguino y que la desnudez del negro de cualquier canto del trópico me quema como a los tropicales mismos”.

Gabriela seguía la huella de José Martí en Nuestra América y también la visión de Francisco Bilbao, que veía el futuro de América Latina como tierra de promisión para la Humanidad unida, democrática y comprometida con los ideales liberadores. Gabriela reclamaba autenticidad y no copia, originalidad y no imitación y veía que uno de los peligros centrales estaba en Estados Unidos. Apoyó ardientemente la lucha de Sandino contra los invasores norteamericanos de Nicaragua e incluso, llamó a los jóvenes latinoamericanos a defender con las armas esa causa imposible por la infinita desproporción de los adversarios, en la que Sandino y “su pequeño ejército de locos” contaban solamente con su valor para luchar por la dignidad y la justicia.

En 1922, Gabriela publicó El grito , que puede verse como un compendio de su ideario latinoamericano, en que imagina al continente como una gran esperanza: “América y sólo América. ¡Qué embriaguez semejante futuro, qué futuro, qué reinado vasto para la libertad y las excelencias mayores!”. La ve abrumada por la potencia financiera e industrial de Estados Unidos, por su poderío y su influencia. No deriva de ello un odio hacia los norteamericanos sino más bien un reproche a nuestra propia incuria y debilidad. “¿Odio al yankee ? ¡No! Nos está venciendo, nos está arrollando por culpa nuestra, por nuestra languidez tórrida, por nuestro fatalismo indio. Nos está disgregando por obra de algunas de sus virtudes y de todos nuestros vicios raciales. ¿Por qué le odiaríamos? Que odiemos lo que en nosotros nos hace vulnerables a su clavo de acero y oro: a su voluntad y a su opulencia”. Al terminar, llama a dirigir toda la actividad hacia la unificación de América, motivada por “la lengua que le dio Dios y el dolor que le da el Norte”.

Unidad de América Latina


Su convicción de la necesidad y urgencia de la unidad de América Latina no la abandonó. Y fue más específica: “Nosotros debemos unificar nuestras patrias en lo interior, por medio de una educación que se trasmuta en conciencia nacional y de reparto del bienestar que se nos vuelva equilibrio absoluto, y debemos unificar esos países nuestros dentro de un ritmo abordado un poco pitagórico, gracias al cual aquellas veinte esferas se muevan sin choque, con libertad y también con belleza… Nos trabaja una ambición oscura y confusa todavía, pero que viene rodando por el torrente desde los arquetipos platónicos hasta el rostro calenturiento y padecido de Bolívar cuya utopía queremos volver realidad de cantos cuadrados”.

Desde la adolescencia, Gabriela Mistral tuvo preocupaciones sociales que se acentuaron con la lectura, los estudios y el contacto con la realidad de la educación pública. Después, la permanencia en México fue determinante. Joaquín Edwards Bello la recuerda en París en misiones oficiales, “ensimismada soñaba con la democracia, con el reparto agrario, con la suerte de Puerto Rico y Nicaragua”. Y precisamente en uno de los textos de apoyo a la gesta de Sandino, Gabriela escribió: “…voy convenciéndome de que caminan por la América vertiginosos tiempos en que no digo las mujeres, sino los niños también, han de tener que hablar de política, porque vendría a ser (perversa política) la entrega de las riquezas de nuestros pueblos, el latifundio de puños cerrados que impide una decorosa y salvadora división del suelo, la escuela vieja que no da oficios al niño pobre y da al profesional a medias su especialidad, el jacobinismo avinagrado de puro añejo que niega la libertad de cultos que conocen los países cultos, las influencias extranjeras que ya desnudan con absoluto impudor ante nuestros gobernantes”.

Su permanencia en México, entre 1922 y 1924, invitada por el ministro de Educación, José Vasconcelos, y donde volvió muchas veces, cambió su vida. La distribución de la tierra se convirtió en una de sus preocupaciones permanentes. Entendió que el latifundio era un problema central para América Latina, mucho antes que se pusiera en el centro de la agenda política. En 1954, cuando vino por segunda y última vez a Chile, preguntó por la marcha de la reforma agraria, sin saber (o sabiendo) que no estaba entre las preocupaciones del gobierno encabezado por Carlos Ibáñez del Campo. En México también tomó mayor conciencia de la situación desmedrada de los pueblos indígenas y del carácter mestizo del continente, que destaca en su obra, a partir de una suerte de revelación que aparece en sus conocidos versos: “En el campo de Mitla, un día de cigarras, de sol, de marcha/ me doblé a un pozo y vino/ un indio a sostenerme sobre el agua/ y mi cabeza como un fruto estaba dentro de sus palmas./ Bebía yo lo que bebía/ que era su cara con mi cara/ y en un relámpago yo supe/ carne de Mitla ser mi casta” . En los “Himnos” de su libro Tala se ha visto incluso una sustitución de la raíz judeocristiana de su obra por un misticismo indígena, en que son el Sol, la Cordillera y la Tierra las divinidades tutelares.

Denuncia del fascismo


Gabriela ya tenía veintiséis años cuando estalló la primera guerra mundial en Europa, una carnicería hasta entonces inimaginada. Vivió después los tiempos de la gran oleada revolucionaria que inició la revolución rusa en 1917, la contraofensiva capitalista marcada por el fascismo en Italia, Portugal y Rumania, y a comienzos de los años 1930, el ascenso incontenible de Hitler y los nazis en Alemania. Gabriela Mistral estuvo entre los primeros que advirtieron el peligro fascista. En algún momento se negó a ser cónsul en una ciudad italiana mientras gobernara Mussolini. En la guerra civil española apoyó la causa de los republicanos y donó a los niños vascos -desplazados por el ataque de los fascistas- los derechos de autor de su libro Tala . En un elogio fúnebre a Pablo de la Torriente, joven comunista cubano voluntario en las tropas republicanas españolas, caído en combate, destaca su heroísmo y generosidad y concluye que su muerte no habrá sido en vano “si este mundo satánico, de hierro color pardinegro color de fiera que desean darnos se disuelve como una pesadilla antes de cuajar”. Abominaba de Franco y no volvió a pisar tierra española. Fueron tiempos de monstruosas convulsiones sociales y políticas que se extendieron a Asia y Africa y no dejaron incólume a América Latina.

La segunda guerra mundial, con el Holocausto, los campos de concentración y los bombardeos atómicos a Hiroshima y Nagasaki daban cuenta del término de una época, y del despuntar de nuevas esperanzas y también de la amenaza de enormes peligros. Después de la guerra, la causa de la paz pasó a ser crucial. La amenaza de un ataque nuclear a la Unión Soviética por parte de Estados Unidos pasó a ser una amenaza real denunciada por intelectuales, científicos y artistas que la propaganda occidental acusaba de instrumentos del comunismo. Gabriela Mistral contribuyó con “La palabra maldita”, un texto que fue conocido en todo el mundo: “Hay palabras que, sofocadas hablan más, precisamente por el sofoco y el exilio y la de ‘paz’ está saltando hasta las gentes sordas o distraídas porque al fin y al cabo, los cristianos extraviados de todas las ramas, desde la católica hasta la cuáquera, tienen que acordarse de pronto como los desvariados de que la palabra más insistente en los Evangelios es ella precisamente, ese vocablo tachado en los periódicos, este vocablo metido en un rincón, este monosílabo que nos está vedado como si fuera una palabra obscena. Es la palabra por excelencia y la que, repetida, hace presencia en las Escrituras sacras como una obsesión. Hay que seguir vocéandola día a día, para que algo del encargo divino flote aunque sea como un pobre corcho sobre la paganía reinante… Digásmola cada día en donde estemos, por donde vayamos, hasta que tome cuerpo y se cree una ‘militancia de la paz’ la cual llene el aire denso y sucio y vaya purificándolo”.

“Una enorme revolucionaria”


Gabriela fue, como escribió el pintor Roberto Matta, “una enorme revolucionaria en el sentido más humano del término”. No fue marxista ni menos anarquista, pero no se opuso a las transformaciones profundas. Elogiaba muchas cosas del comunismo y criticaba duramente otras, como la política antirreligiosa y las medidas que ponían en riesgo la familia. Denunció la invasión soviética a Finlandia, en 1939, y apoyó la política de paz de la URSS durante la segunda postguerra. Del mismo modo rechazó la política anticomunista de González Videla en Chile.

Estuvo cerca de los principales líderes socialcristianos como Eduardo Frei y Radomiro Tomic, de quien fue amiga y comadre, pero es dudoso que se hubiera definido como democratacristiana. Hubiera deseado una Iglesia al servicio de los pobres y una vez se definió como una comunista individualista, queriendo decir que no se oponía al trabajo colectivo y comunitario y a una distribución equitativa de la riqueza con respeto inamovible por el individuo, su singularidad y su derecho a autogobernar sus decisiones. Quería, aseguraba, conservar “la mayor suma de individualismo dentro de una norma colectivista”. Su fundamento era básicamente ético y cristiano, dentro de una religiosidad singular, inicialmente católica, luego budista y con inclinaciones teósoficas, hasta volver al catolicismo inicial teñido por la permanente lectura de la Biblia y la admiración por San Francisco de Asís. Tal como Clotario Blest, en sus últimos días Gabriela fue seglar de la Orden Franciscana Menor.

Una reflexión de Gabriela Mistral, de hace más de sesenta años, sobre la juventud merece ser recordada: “Busca la juventud de hoy más o menos estas cosas: un orden social en el cual las diferencias de clase no sigan correspondiendo a nombre y dineros sino a la capacidad comprobada del oficio o la profesión, es decir a los valores reales. Todas ellas desean eliminar la lacra de la miseria que ha sido lacra en el rostro noble de la latinidad. Todos quieren que el trabajo no sea asunto de azar y de dolor, de casualidad desordenada y de esfuerzo excesivo. Y aunque se quiera ver sobre esas juventudes la costra de un materialismo craso que no mostraban las anteriores, la verdad es que ella va buscando una espiritualidad nueva”.

Thursday, March 10, 2011

El dinero del barón de la Atalaya...


Josef Guttman un judío asesinado en un campo de concentración nazi habría dejado una incalculable fortuna, de la que dominicanos de apellido Guzmán se creen herederos.

Una misteriosa fortuna que ha cambiado roles, domicilio y hasta de apellidos.

Escrito por: Rafael P. Rodríguez

A inicios de los años setenta del siglo veinte una silueta alta que portaba un traje gris, que parecía forjada por el misterio, entró pasivamente como si contara los pasos, a la redacción central del joven diario El Sol de Santiago, con la espectacular noticia del día:

Un hombre, europeo, barón de algún lugar inolvidable, conocido como La Atalaya,que había muerto cuando él aún no vivía, dejó una enorme fortuna a los herederos de cierta familia de apellido Guzmán, dominicana, por demás.

El dinero que aportaría una cuenta secreta quedaría así en posesión de apenas un puñado de ciudadanos privilegiados.

Fue calculado por él en 300 millones de dólares que para la época constituía una suma respetable.

La considerable dilación, sumada a una serie de omisiones y sucesos al parecer inexplicables, obliga al escepticismo.

Ahí se inició el desaforado desfile de todos los “descendientes” del barón, obviamente de apellido Guzmán, repartidos en los más de 48 mil kilómetros cuadrados de esta República Dominicana, sumados la compleja madeja de circunstancias que llevarían a dejar en unos cuantos miembros de la “descendencia” que tampoco recibirían nunca nada.

Con el discurrir de los años, la misteriosa silueta que llegaría a llamarse Mario Guzmán Cabral, se redujo a notas esporádicas sobre los “avances” de la recuperación del dinero heredado que ya no había dejado un miembro de la familia real.

Aquello que une y que desata en su trama, apenas recordada ya, como tragada por la eternidad, el hombre que ya no se hace llamar ingeniero sino hermano, es precisamente lo que hay en ella de irreconocible, el toque de incertidumbre.

La primera inquietud que brota del subsuelo del relato guzmaniano sobre la fabulosa riqueza apartada por ¿tres siglos?, en los secretos caudales de los celosos y seguros bancos suizos, es la de la certeza, todavía improbable, de la existencia de tan grueso capital que ya se estaría calculando, según el penúltimo comunicado de Guzmán Cabral, en mil millones de dólares.

Durante décadas, Guzmán Cabral enviaba muy esporádicos comunicados -sin dirección ni teléfono de remitente, es decir, desde algún lugar desconocido, vía por fax, a diarios escogidos por él -incluido El Nacional-, en los que declaraba el creciente progreso de la escogencia de una sola familia, finalmente, agraciada, omitida sin explicar las causas.

Esta vez, en el más reciente recuento de sus trabajos recuperatorios y de sus ingentes esfuerzos, el otrora ingeniero, ahora convertido a la fe cristiana, no vuelve a mencionar para nada a ninguna persona que a sí mismo.

No hay más menciones de generosas baronías, de ferrocarriles y ni siquiera del apellido Guzmán.

Pero la respetable suma sí estaría, de acuerdo su declaración, en Zurich, ciudad bancaria del país helvético.

El dice en su declaración que la información original relacionada con la familia Guzmán, (aunque no su apellido) despertó las esperanzas de recibir la fortuna pero que ésta “no pudo lograrse”, sin explicar las poderosas razones.

En cambio, advierte en su comunicado redactado en primera persona pero hecho como si hubiese sido escrito por otra, un redactor, por ejemplo, que él “ha sido el único dominicano descendiente de españoles en salir beneficiado con los recursos económicos que le han sido otorgados luego de transcurrir 35 años de una constante lucha y sacrificios”

Afirma haber estado lleno de una fe extraordinaria tras una serie de costosos viajes a Suiza, Francia, Alemania, España, Portugal, México, entre otros.

Aunque tampoco menciona ese detalle, se infiere que andaba tras documentos que avalaran la legitimidad del futuro reclamo.

Finalmente, investido de investigador y genealogista, declara que logró descubrir los depósitos bancarios que habrían dejado sus parientes Josef y Therese Guttman, (citados por segunda vez en un segundo comunicado) y que “dormían un largo sueño en las bóvedas de una institución bancaria, “muy conocida” -no revela cuál-, de Zurich.

Dice haber regresado “lleno de un gran entusiasmo” al país, en noviembre, tras haber visitado Suiza y España”.

No conforme con esa asombrosa relación de hechos a través de una generación completa, informa que en los próximos días podrá disponer de los recursos económicos recuperados que serían transferidos a su banco en España, tan pronto el banco deposite el dinero y reciba de manos de sus abogados suizos el acta de matrimonio de los esposos Josef y Therese Guttman, quienes habrían contraído matrimonio legal en Hungría.

Sin quedar despejado todavía el intricado tramado, Guzmán Cabral detalla todo lo que dice hará con el voluminoso legado: Instalará un canal de televisión, construirá un hospital y cinco mil casas prefabricadas, entre otros proyectos.

Un apunte

El proyecto

En caso de conseguir la herencia tiene en agenda la instalación de un canal de televisión, con programas las 24 horas del día en la banda UHF, así como la construcción de un proyecto de cinco mil casas prefabricadas para miembros de su iglesia.

Thursday, March 3, 2011

Yo también estoy indignado...

Rebelión

¡INDIGNÁOS!, el alegato contra la indiferencia y llamada a la insurrección, del nonagenario francés, Stéphane Hessel, ya puede leerse en Castellano, con prólogo de José Luis Sanpedro.

Es en Ediciones Destino, donde a través de sus 60 páginas, podemos saborear esta llamada de atención para que no nos resignemos ante lo que nos está cayendo en toda Europa (los pensionazos, las reformas laborales o la dictadura de los mercados). Stéphane Hessel , que sobrevivió a los 2 campos de concentración donde fue deportado como resistente, llegó a ser en 1948, uno de los redactores de la declaración Universal de los DDHH. Con la autoridad que le dan su larga vida -ya de 94 años-, ha vendido ya 2.000.000 ejemplares de ese librito de divulgación de tan solo 30 páginas, que al precio 3 euros en Francia, se titulaba “Indignez-vous (Aquí a 5 €)”.

Otro nonagenario coetáneo, el español José Luis Sanpedro , prologa la edición española salida ayer con el título “Yo también”, donde suscribe el texto del franco-alemán, aunando su voz con el llamamiento a que no sucumbamos “bajo el huracán destructor del consumismo voraz y de la distracción mediática, mientras nos aplican los recortes”.

Convencidos como Hessel de que el desánimo paralizante, el conformismo desmovilizador o la apática indiferencia en lo peor que podemos hacer en la actualidad, hay que hacer nuestras sus palabras y en lugar de resignarnos hay que indignarse y llevar a cabo lo que Stéphan Hessel llama una “insurrección pacífica” frente a la dictadura de los mercados, frente a la deshumanización contra las personas inmigrantes o frente a los recortes sociales y laborales que estamos viviendo no solo en Francia, donde é lo plantea.

Si después del comportamiento de jóvenes y clases populares ayer en Grecia, Túnez y Eqipto o ahora Marruecos, Argelia y Libia, y de este libro de ruta, de cabecera obligada, no nos movemos nos seguirán vendiendo los recortes como inevitables (ayer MAFO sin ir mas lejos) y las agresiones como imprescindibles. Avisados estamos.

Y para ir haciendo boca, aquí tenéis unas cuantas frases:

“El mundo va mal, gobernado por poderes financieros que lo quieren todo. Nosotros nos jugábamos la vida en la resistencia contra los totalitarismos. Hoy los jóvenes se juegan la libertad y los valores más importantes de la humanidad.”

“¡Tomad el relevo!, ¡Indignaos! Los responsables políticos, económicos, intelectuales y el conjunto de la sociedad no pueden rendirse.

“No os dejéis impresionar por la actual dictadura internacional de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia. Cuando algo os indigne, como yo estaba indignado por el nazismo, entonces no hay más remedio que convertirse en militante, fuerte y comprometido”.