Friday, November 26, 2010
Thursday, November 25, 2010
Frases que delatan debilidades...
También otras sirven para delatar las grandezas de sus autores, tristeza y sobre todo melancolía. Están las grandes frases de motivación para la guerra o el crimen.
El mundo de las frases hechas, si son felices y si provocan alguna emoción memorable, lleva a decidir diferentes posibilidades de estados de ánimo que justifican un examen sino cuidadoso, al menos, ponderado.
Hay sentencias que parecen elaboradas por la eternidad misma.
Otras devienen sangrantes, perforadas, de una magnitud y una intensidad que parecen extraídas no del tiempo y de la experiencia sino de la terrible candela.
Las más son juiciosas, luminosas, extrañas, decisivas, arrogantes, siniestras y hasta pluscuamperfectas las hay, escasas.
Quien dijera, como lo dijo, que “el diluvio fue un fracaso porque quedó un hombre” parece injusto porque él no quedó solo.
La rígida sentencia, más que un lamento, reclama probablemente, el humor, que es lo justo y algo que vive reclamando el mundo.
Y más que el anhelar mármol lapidario, reitera una preocupación muy extendida sobre los hechos humanos en esta tierra, algunos de ellos decididamente vergonzantes para esta patética condición terrenal y única.
Ahora, si lo que procuraba el autor era sentirse demasiado honesto u ocurrente, como lo fue, de veras que resultó exitoso.
Esa oración, que olvida deliberadamente a la mujer, deja en su de venir, en su discurrir cortante, un cierto sabor a amargura trágica.
Aparte de que para bien o para mal y según aquél mito bíblico, quedó en pie una ejemplar familia, consagrada y apadrinada por todo lo Alto.
(Una cuestión metodológico-escritural en el libro sagrado de los cristianos es la que más conlleva errores de interpretación:
Es aquella que junta los hechos como si se produjeran, en el relato bíblico en una concatenación de escenas y de escenarios que operan como castigos divinos cuando en realidad se trata al parecer de acontecimientos que tuvieron décadas y cientos de años de separación en el tiempo.
No son dramas narrados por capítulos sucesivos los castigos del cielo pero si se les junta, como las llamadas siete plagas de Egipto, narradas en el Antiguo Testamento, algunas de las cuales son en realidad, bajo demostración científica, hechos naturales como explosiones volcánicas, terremotos, tormentas.
Pero narrados de manera que coincida con el canon bíblico, sí se les puede sentir como tales castigos).
Otro dilatado orador no fue menos sentencioso y casi hiriente.
Este se atrevió a proclamar enigmáticamente y como un acróbata de la palabra, que si no hubiera mujeres los hombres “vivirían como dioses”.
Lo que quiso dejar sobreentendido, herido al parecer por una de esas comunes crueldades femeninas, no aparece perfeccionado por la reflexión profunda que demanda la sorprendente frase sino por la casi imposibilidad de vivir como dioses y por la más difícil aún, la de vivir sin la mujer.
Otro, más atrevido pero significativamente mejor documentado, declara que ¨ una madre se toma veinte años para hacer de un niño un hombre y a otra mujer le bastan veinte minutos para convertirlo en un tonto”
En realidad, para que un hombre adquiera esa condición por la fragante magia de una mujer no necesita más que unos cuantos segundos.
Se atribuye a Dalí haber dicho que “el hombre no sólo no procede del mono sino que se va acercando a él”.
De haber sido su autor el artista español o cualquiera que lo haya dicho profirió un imperdonable insulto contra el mono.
Este no fabrica, por ejemplo, mentiras para invadir países y aniquilar inocentes, no elabora bombas nucleares, no se guerrea con sus congéneres usando armas de fuego, no asesina por gusto, no contamina ciudades y campos ni mares ni territorios.
No mata a los suyos para producir un superávit de combustibles en su territorio porque, para fortuna de todos, no lo necesita para vivir.
El hombre ha hecho del confort un ritual, una religión un estado del alma, un hábito pernicioso que lo va derrotando y aniquilando, lo va tornando rutinario, acomodaticio y nada, obviamente, heroico, como necesitaría serlo.
En el colmo del júbilo, un tal George Colman describe como una lástima que sólo los solteros sepan cómo gobernar a una mujer.
Esa idea remite en realidad a la imposibilidad de lograr esa hazaña.
Los solteros apenas aprenden a gobernarse por sí mismo, cuando lo aprenden.
Los hay que se pasan la vida en ese esfuerzo inútil.
De donde Colman extrajo esa sentencia rara, esa media verdad que talvez sólo llega a un cuarto (oscuro) es todo un misterio, una frase acomodaticia, un impetuoso y loable esfuerzo por quedar bien con su público.
La siguiente parece haberla elaborado el ambiguo Lao-Tsé, fragante, de una sabiduría exquisita pero difícil en el más puro estilo oriental.
Europa no Quiere inmigrantes...
Ya no vienen cargados de sueños en sus ojos de futuro, sino que retornan acongojados al encuentro incierto con la realidad desgarradora que abandonaron, y que ahora perciben más halagüeña que el paraíso buscado y nunca encontrado. Europa no quiere inmigrantes. Ya no son bienvenidos en el testamento geográfico e histórico donde se han concentrado las mayores contradicciones: la Europa ilustrada e inquisidora, abolicionista y esclavista, daltónica y racista, justiciera y colonialista.
La crisis económica, el ascenso político de la derecha recalcitrante y la "islamofobia" se han combinado en forma letal para el cierre de las puertas europeas a la inmigración y la apertura de un nuevo capítulo, con principio pero sin final, para las etnias y culturas diferentes enraizadas en la pretendida cuna de la civilización occidental.
Es la economía, estúpido, sí. Y no, sabihondo. El choque de civilizaciones de que hablaba Huntington ha encontrado en el espacio europeo un campo de batalla ideal. Los aluviones humanos del norte de África y la zona sub sahariana; la lejana, mediana y cercana Asia; la ligeramente europea Turquía y los restos culturales del antiguo imperio otomán, han cambiado e influenciado áreas importantes de la parte occidental del Viejo Continente.
El velo, la burka y las cinco oraciones diarias con el rostro vuelto hacia la Meca son pan cotidiano, por ejemplo, en el Londres cosmopolita o las ciudades-factorías del centro industrial del Reino Unido. Los musulmanes son el cinco y el 9.8 por ciento de la población en Alemania y Francia, respectivamente, y, en España, el uno. ¡Olé, hay más moros en la Madre Patria que nacionalidades individuales provenientes de América Latina! Y no remanentes de la época de la reconquista, sino inmigrantes recientes, como los ecuatorianos, argentinos, colombianos y dominicanos, de importancia numérica en ese mismo orden.
La tasa del crecimiento anual del cristianismo en el mundo es de tan solo 1.5, y en contraste, la del Islam, 6.4 por ciento. Sin embargo, en Europa, los discípulos del Profeta aumentan a un ritmo del 142%. Islam significa sumisión y es a la vez una derivación de paz, pero el Septiembre 11 recargó de sospechas adicionales a los descendientes de Abrahán. Poco importa que las tres grandes religiones monoteístas imploren por igual a un Dios clemente y misericordioso. Se ha abierto una brecha inclemente e inmisericorde, y no es casual la confesión de un cómico norteamericano de que ve a todo árabe con aprensión.
Por el mapa europeo se desplaza una corriente de hostilidad contra los inmigrantes, con expresión política hasta en la refinada y otrora abierta sociedad sueca. Se repite la historia en escenario de alarma en la bucólica Suiza, la benevolente Holanda, la civilizada Francia, la sofisticada Noruega y la artística Italia. Las torres de las iglesias cristianas de las distintas denominaciones resaltan en el paisaje de todos los cantones de la Confederación Helvética, pero, al parecer, los minaretes contaminan la vistosidad de la naturaleza imponente y se les ha proscrito. Curiosamente, los bancos no necesitan elevar nada al cielo para atraer, salvo los beneficios para clientes y accionistas.
La retórica anti-inmigración catapultó los votos de la derecha en un 28.9 por ciento en Suiza; 22.9 en Noruega y 15.5 por ciento en Holanda. La Liga del Norte, en Italia, mutó de independentista a xenófoba y su votación remontó hasta el 8.3, convirtiéndose su líder, Umberto Bossi, en el principal aliado del premier Silvio Berlusconi --en política, no en el bunga bunga de las "velinas"-- hasta su rompimiento reciente. Es en Italia, otrora punto de origen de enormes movimientos poblacionales hacia el Nuevo Mundo, donde la residencia ilegal constituye un delito criminal. Poco risible la ingenuidad del no tan lerdo que al leer los apellidos en la guía telefónica de Roma pensó que toda Argentina había emigrado.
Las barreras burocráticas y legales contra la inmigración aumentan. España paga a los inmigrantes para que se marchen, aturdida por una cuota de desempleo que mantiene laboralmente inactivo a uno de cada cinco españoles en edad productiva. Mediante una política inteligente de amagar y dar, trata de mantener a raya el alud humano del norte africano y del sur del Sáhara. Quien quiera entenderlo de manera más sencilla, que se dé una vuelta por el consulado español en Santo Domingo, y recibirá el mensaje con solo mirar los rostros cariacontecidos que por allí deambulan.
Los bonos populares de Nicolas Sarkosy se asemejan a los de Grecia en los mercados de valores, y la manera más expedita de buscar la gracia anticipada del votante fue el envío de los gitanos con su música a otra parte. Por nacionalidad, casi todos rumanos o búlgaros, estos europeos trashumantes tienen derecho a circular por el espacio comunitario y establecerse donde mejor les plazca. Pero en Francia c´est la vie (y la vía) y de nada ha servido toda la alharaca montada en Bruselas. Con igual eficiencia fueron desmontados los campamentos de inmigrantes en las cercanías de la entrada al túnel que une Francia y Gran Bretaña por debajo del Canal de la Mancha.
El problema, sin embargo, es complejo. Angela Merkel, la jefa del gobierno alemán, aseveró recientemente que la política de asimilación de los inmigrantes, turcos para todo fin pertinente, había fracasado. Una de las aristas reside, precisamente, en el enfoque dado a la inmigración en cada país. Alemania, por ejemplo, promovió la riada de mano barata turca como una solución temporal. Ahora resulta que hay millones de turcos con años y años en Alemania que no hablan el idioma y viven en guetos donde reproducen los mismos usos y costumbres que en la patria nativa. Dado el peso de esa población verdaderamente extranjera, el Gobierno ha emprendido infructuosamente una campaña activa de integración y de enseñanza del alemán. Se trata de una población que vive en Alemania pero piensa y actúa en turco porque emocional y mentalmente nunca ha partido.
Francia se ha decantado por la integración desde el principio, y a ello ayudan el pasado colonial y un idioma común. Hay allí poca tolerancia de la diversidad cultural, lo que explica el porqué de la prohibición del velo en los sitios públicos. En cambio, el sello multicultural ha marcado la política británica, y cada etnia conserva su espacio religioso y costumbres ante la mirada condescendiente del Estado. Empero, los terroristas islámicos del verano sangriento de hace unos años en el transporte londinense nacieron y crecieron en el Reino Unido.
La realidad económica tiene un peso importante en la balanza anti-inmigratoria. El estancamiento y bajo crecimiento económicos han disminuido el número de plazas de trabajo, pero también otros brazos se han incorporado al mercado laboral con derechos plenos: los inmigrantes de los países de Europa del Este, los miembros más recientes de la Unión Europea. Polacos y rumanos, sobre todo, suman cientos de miles de el Reino Unido, España y Alemania. Son blancos y cristianos.
Es entendible que una sociedad se espante ante la realidad de un porcentaje apreciable de sus miembros que prefiere montar tienda aparte, y cuyos instintos y acciones se identifican con otra cultura y valores. Es un caballo de Troya en potencia, o por lo menos un serio obstáculo para la formulación del interés común. Es una situación reñida con el viejo concepto de nación.
En el caso de los romas y como escribía una columnista británica, nadie en su sano juicio los quisiera de vecinos. Ni siquiera los rumanos en Rumanía, quienes los miran con suspicacia y los consideran diferentes. Y lo son. Sus costumbres y modos de vida se apartan radicalmente del concepto occidental del hogar, las relaciones en sociedad y la práctica de la ciudadanía. Sus hábitos de higiene desconciertan, se apiñan en campamentos urbanos y semiurbanos, no se mezclan y muchos se dedican a la ratería o a la mendicidad. Por supuesto, hay mucho estereotipo en la descripción tradicional del gitano aunque las policías europeas podrían disminuir cualquier simpatía que se les tenga.
El sentido de no pertenencia que permea la vida del inmigrante es un lastre. No siempre su culpa, porque de ordinario el ambiente social conduce a la exclusión. De ahí la fórmula implementada por Canadá y Australia y más recientemente en el Reino Unido, basada en puntos que se acumulan por el conocimiento de la cultura e, imprescindible, el idioma. Si no se alcanza una puntuación mínima, no hay residencia permanente.
La libertad de tránsito nunca ha sido tal. Ahí están las fronteras para frustrar la tendencia humana a buscar nuevos horizontes y oportunidades o a enfrascarse en experiencias desafiantes. En el ínterin, la Europa civilizada ha decretado la suspensión de la ley de la supervivencia. Hasta nuevo aviso quisiéramos pensar.
Enrique Blanco: muerto el 24 de noviembre de 1936.-
SANTO DOMINGO. Enrique Blanco, personaje legendario de los comienzos de la era de Trujillo, fue abatido un día como hoy, en 1936, en la sección El Aguacate Arriba, de Gaspar Hernández, tras cuatro años de persecución.
Blanco se convirtió en leyenda luego de desertar del Ejército Nacional en 1932 y de "sobrevivir" cuatro años a la orden de arresto que se le emitió, alzado en los montes del Cibao. Debido a esto, ganó fama entre la población campesina de la época, que atribuía su capacidad para escabullirse de los persecutores a poderes sobrenaturales, como transformarse en animales y en troncos de árboles.
Como autor de la muerte de Blanco se señala a Delfín Álvarez García, quien según reseña Adriano Miguel Tejada en su recopilación "100 años de Historia", "aprovechó un descuido del ex militar" para poner fin a sus andanzas.
Tejada agrega que después "su cuerpo fue llevado a Moca y de ahí a Santiago donde fue exhibido en la plaza pública delante de una enorme muchedumbre".
La reseña agrega que otros miembros de la familia Blanco, entre ellos Jesús María y Ramón Eugenio, fueron asesinados por agentes represivos del régimen de Trujillo.
A la hora de su muerte Enrique Blanco -que era mulato- tenía 29 años. Había nacido en 1907 en Tamboril, Santiago, y era el octavo hijo de la pareja conformada por Eugenio Blanco y Euverdina Sosa.
La leyenda de Enrique Blanco ha trascendido hasta nuestros días en las letras del merengue homónimo de Wilfrido Vargas y Los Beduinos, y más tarde en la novela "El negro blanco", de José Madera.
De Diario Libre
Friday, November 12, 2010
¿En qué se puede creer hoy?
Cuando hablamos del origen de la filosofía y de la ciencia en Grecia definimos este proceso como el paso del Mito al Logos. Es un tópico que habría que cuestionar por dos motivos. El primero porque civilizaciones como China e India ya habían elaborado un pensamiento muy complejo. El segundo porque el pensamiento mítico que existía anteriormente en Grecia planteaba a través de la narrativa un tipo de racionalidad con una lógica propia. Pero lo que acabo de decir no pretende diluir la innovación que supone la aparición de la filosofía sino reconsiderarla desde otro punto de vista. El giro que comienza con Sócrates y Platón es el del pensar crítico, que podemos definir como la conversión del supuesto saber en creencia. En la India y en China había un supuesto saber incuestionable, transmitido por la vía de la autoridad. Concebir este saber legitimado por la tradición como una creencia significa ser capaz de cuestionarlo y de contrastarlo con argumentos.Pero Sócrates y Platón también atacaban el relativismo de los sofistas. Porque el relativismo conduce a lo mismo que el saber dogmático: la incapacidad de considerar que hay unas creencias que son más válidas que las otras. El postmodernismo actual es la nueva formulación de este relativismo, donde cualquier creencia es una ficción que sólo se justifica a partir de sus parámetros culturales. Aunque es cierto que cualquier saber es una construcción social hay que saber valorar un discurso cultural desde una cierta razón común.
En el momento actual, en unas circunstancias históricas determinadas, hay que justificar que es lo que podemos y debemos creer, tanto desde el conocer cómo desde el hacer. Desde la perspectiva del conocer la ciencia y la filosofía deberían volver a complementarse y superar así el divorcio de lo que ha llamado la separación de las dos culturas. Kant estableció a finales del siglo XVIII, bajo el espíritu ilustrado, una diferencia entre saber, creer y opinar. La diferencia entre saber, creer y opinar es que el primero se puede demostrar objetivamente, el segundo implica una convicción subjetiva pero que debe tener una consistencia propia y en el tercero no hay ni demostración ni convicción. Pero el positivismo polarizó esta diferencia sacralizando la ciencia físico-natural, intentando entender la sociedad bajo este modelo y reduciendo la filosofía al campo de la opinión, de lo subjetivo. Reducían la creencia a una opinión con la que nos identificamos y eliminaba una tercera vía entre el saber objetivo y la opinión subjetiva.
Podemos entender el saber como la adecuación entre lo que pensamos y los hechos tal como se presentan a la experiencia humana. Las ciencias físico-naturales tienen medios experimentales para fundamentar lo que dicen pero no hay que perder de vista su carácter provisional y revisable. Pero las cuestiones que nos importan como humanos tienen que ver con el sentido del mundo y con nuestras decisiones éticas y políticas. Esto pertenece al campo de la creencia y no al del saber. La cuestión está entonces en no reducir las creencias a simples opiniones con las que nos identificamos subjetivamente. Hay que situar las creencias morales y políticas en un registro inter-subjetivo. Esto quiere decir que sin ser objetivo no lo consideramos tampoco algo puramente subjetivo. Lo intersubjetivo es lo que pertenece a lo común, al diálogo, a lo público. No siempre es posible el consenso pero es necesaria una deliberación que tenga como horizonte la felicidad de todos.
La primera creencia moral y política que podemos y debemos tener es que hay que considerar que lo mejor es lo que produce más bienestar al máximo de personas. La segunda creencia es que el bienestar responde sólo parcialmente a unos criterios objetivos: trabajo, vivienda, sanidad, educación. La parte complementaria hay que dejarla al ideal ético de cada cual, que quiere decir el camino que elige para ser feliz. La tercera creencia es que hay que potenciar la autonomía y la libertad de los ciudadanos para que sigan su propio camino, para que desarrollen sus capacidades.
La justicia se basa en el equilibrio entre la igualdad y el mérito, entre lo que necesita cualquier humano por ser un ciudadano y lo que le corresponde por su esfuerzo. Podemos creer en una concepción racional de la justicia y en la posibilidad de alcanzarla a través del compromiso personal y de la lucha política. Políticamente hemos de creer en la democracia, pero no como un sistema formal, como nos ha hecho creer la ideología liberal. Hay que defenderla cómo la consecuencia de la lucha de los excluidos por tener acceso al gobierno de la sociedad en la que viven. Democracia quiere decir que todos tienen derecho a decidir en lo que les concierne. También que hay que creer que la gente no es estúpida sino que en todo caso nos vuelven estúpidos. Que no hay élites que estén por encima de los demás y que sean los únicos que tienen capacidad y derecho de gobernar y de decidir. Sabemos que la “La Declaración de los Derechos Humanos” no se cumple, que no hay que entenderlo cómo papel mojado sino cómo el producto histórico de la lucha humana por su emancipación. Es una referencia necesaria porque es un instrumento que tenemos para la denuncia, un ideal al que aspirar. Igualmente hay que creer que el capitalismo no es eterno ni tampoco natural y que su lógica del beneficio, irracional e injusta, debe ser sustituida por la del bien común. Porque sabemos cuales son sus efectos devastadores a nivel humano y planetario.
Finalmente hemos de creer que en el campo espiritual y religioso cualquier creencia merece ser respetada si acepta todo anterior. Chesterton tenía parte de razón cuando dijo que al dejar de creer en Dios podíamos empezar a creer en cualquier cosa. En ocasiones el ateismo no ha abierto un horizonte de racionalidad sino de creencias todavía más delirantes que las que denuncia. Dejemos las creencias religiosas como algo personal y centrémonos en las creencias que harán de nuestro mundo algo mejor de lo que es. Creo que la religió debe ser combativo cuando es un obstáculo para el libre pensamiento y para ua sociedad más justa. El resto, considerarlo como una opción personal y respetable.
Thursday, November 4, 2010
La máquina de hacer pobres...
Ricardo Mascheroni
Así como los autos, los muebles, las casas, los automotores y tantas otras cosas para el consumo, se fabrican, los pobres también se hacen. Para concretar estos objetivos se deben cumplir determinados procedimientos; en primer lugar desde lo ideológico, imponiendo un lenguaje o discurso con palabras para nada inocentes, que encierran una pedagogía de la apropiación y de los más aptos. Después vendrán las fases operativas propiamente dichas, que apuntarán a la producción real y sostenible en el tiempo, de millones de pobres, cuando más mejor. No vaya a ser, que por alguna falla en la línea de montaje, aquellos se terminen o escaseen. La merma en el producto final (pobres), lleva inexorablemente a la declinación de la capacidad de acumulación de los cada vez más, pocos ricos, en cualquier lugar y tiempo que sea.
En sus esfuerzos por huir de la fealdad y de la desgracia, el rico las intensifica. Cada nueva yarda de West End (sector rico de Londres) crea un nuevo acre de East End (sector pobre de Londres). (1)
A lo largo de años de una pedagogía de la desinformación al servicio del poder, la mayoría de la gente se ha acostumbrado a pensar que la pobreza y quienes la encarnan, los pobres, son algo así como una parte del ambiente. Sería como si la Naturaleza que crea y recrea la flora y la fauna planetaria, también alumbrara pobres.
Muchos atribuyen esa malhadada existencia a una suerte de determinismo histórico, otros a una maldición, hay quienes piensan en una plaga bíblica, no faltan tampoco los que culpan a los pobres de su propia pobreza.
Coincidente con esas percepciones, en la década del ‘90, un mal recordado presidente argentino, pontificaba: "Pobres hubo siempre y siempre los habrá", ante los aplausos de sus seguidores y los “vivas” de sus corifeos, muchos de ellos todavía sentados en los despachos oficiales.
En el plano de las relaciones internacionales, se nos ha adoctrinado que el mundo se dividía entre países ricos y países pobres, hoy llamados eufemísticamente: desarrollados y en vías de desarrollo, también primer y tercer mundo. Lo peor es que nunca intentamos hacer un análisis crítico de esta afirmación
Alguna vez tendríamos seriamente que preguntarnos, si una isla rocosa perdida en el Océano Pacífico, como Japón; o Inglaterra, inserta en la bruma del Mar del Norte; o Italia una lonja de rocas que penetra al Mediterráneo, entre tantos otros ejemplos, son países ricos y en caso contrario, Argentina, Bolivia, Paraguay, Costa de Marfil, Nigeria y muchos más, son en realidad países pobres.
Este simple interrogante no admite respuestas ambivalentes. Categóricamente podemos afirmar que en el mundo no existen países ricos y pobres, sino países enriquecidos y empobrecidos, lo cual es muy distinto.
En un mundo finito, en el que la desigualdad y el atropello son las reglas, para que algunos pocos se enriquezcan es necesario que muchos se empobrezcan.
Una situación similar ocurre hacia el interior de cada nación, país, provincia, ciudad o pueblo. Muy pocos con mucho y muchos con muy poco.
Miremos nomás, cerca nuestro, un hecho, que ha sido motivo de guerras y disputas fraticidas por más de un siglo, consistente en que mientras las condiciones económicas de los porteños (ciudad de Buenos Aires) iban en franco crecimiento y mejoraba su calidad de vida, para el resto del interior del país, esto significó un menoscabo histórico de las economías regionales y el aumento de la pobreza e indigencia de sus habitantes.
Para que ese esquema haya sido posible y se mantuviera en el tiempo, los mecanismos que generan y reproducen hasta el cansancio legiones de pobres debían estar absolutamente planificados y aceitados. Para ello, nada mejor que la máquina de hacer pobres.
Debemos entender que así como los autos, los muebles, las casas, los automotores y tantas otras cosas para el consumo, se fabrican, los pobres también se hacen, en uno y otro caso, existen técnicas, métodos, tecnologías y recetas para su fabricación.
Para concretar estos objetivos se deben cumplir determinados procedimientos; en primer lugar desde lo ideológico, imponiendo un lenguaje o discurso con palabras para nada inocentes, que encierran una pedagogía de la apropiación y de los más aptos. Después vendrán las fases operativas propiamente dichas, que apuntarán a la producción real y sostenible en el tiempo, de millones de pobres, cuando más mejor. No vaya a ser, que por alguna falla en la línea de montaje, aquellos se terminen o escaseen.
La merma en el producto final (pobres), lleva inexorablemente a la declinación de la capacidad de acumulación de los cada vez más, pocos ricos, en cualquier lugar y tiempo que sea.
Abajo la esclavitud!!!
Nada de esto es nuevo, pero cobra dimensión histórica, a partir del maquinismo y la revolución industrial, cuando el incipiente capitalismo de entonces, toma nota que la fuerza de trabajo proporcionada por la esclavitud se convertía rápidamente en antieconómica.
A los esclavos había que alimentarlos, darles viviendas y cubrir otras necesidades, pero lo peor en una economía en continua expansión, era que no eran consumidores.
Como corolario, se necesitaba otro sector donde descargar los excedentes de la productividad industrial, pero además que paguen por ella. En consecuencia, aparecen los asalariados.
Esto lleva, no por razones humanitarias precisamente, a que los antiguos esclavistas, de golpe se conviertan en furibundos abanderados de la lucha contra la esclavitud.
Inglaterra, que había prohijado la mayor flota de piratas y traficantes, en sólo algunos años cambia sus conveniencias y ordena a su almirantazgo la destrucción de aquellos.
EE.UU., con su guerra de secesión entre el norte industrial y el sur agrícola, es un claro ejemplo de lo expuesto.
Y la máquina empieza a volverse eficiente y las legiones de explotados y desposeídos crecen de manera exponencial a la apropiación y concentración de la renta en pocas manos.
Este rotundo éxito de la misma, hace que comience su exportación y sea rápidamente adquirida e instalada en casi todo el Planeta.
Como toda máquina que se precie de tal, viene con sus instrucciones, prospectos y recetas, casi siempre por derecha, sean estas ultraliberales, neoliberales, privatistas o estatistas, en todos los casos con el mismo objetivo, reducir la participación del trabajador en la repartija de la torta.
Como dice Galeano: “El mismo sistema que necesita vender cada vez más, necesita también pagar cada vez menos.” (2)
Recursos humanos
Para remate, en las últimas décadas, la persona que se creía o sentía asalariado, descubre que ha sido catalogada o categorizada como recurso humano.
Ello encierra una definición perversa y poco debatida en su esencia.
El concepto de recurso parte de una raíz economisista y está sujeto a los principios de escasez, apropiación y de la ley de la oferta y la demanda. A mayor oferta, su valor disminuye.
La arena, por su gran disponibilidad vale poco, a la inversa, el oro es caro.
En nuestros días, pocas cosas hay en tanta cantidad sobre la tierra, como seres humanos y por ello la oferta de mano de obra crece y los salarios bajan.
Cuando un asalariado cuestiona las condiciones laborales, hay miles dispuestos a tomar su lugar en cualquier forma y condición.
Como dice algún grafitti callejero: Quiero que me exploten!!!
En relación a estas cuestiones Viniane Forrester, en su libro El Horror Económico, apunta: “dicen que no hay trabajo. Trabajo es lo que sobra, lo que no quieren es pagarlo”.
En tal hipótesis, los salarios se recortan, las jornadas se extienden, las conquistas laborales se diluyen, desaparecen el sábado inglés y el descanso dominical, se elevan las edades jubilatorias y la pobreza deja de ser patrimonio de vagos, malentretenidos y desocupados, para asolar de manera creciente a los asalariados.
Pero no se confunda y vaya a creer, que la máquina opera en solitario, todo lo contrario, es toda una corporación global, que casi siempre tiene como socios a empresas periodísticas, de comunicación, de entretenimientos, de seguridad, alimentación, financieras y de todo aquello “necesario” para el tipo de vida que ellos mismos proponen.
Como si fuera poco, los rendimientos obtenidos por esas actividades, solventados con magros salarios, son puntualmente remesados a las casas matrices, casi siempre en el extranjero y de propiedad de los grupos concentrados de la economía mundial. Este círculo vicioso produce la desertificación monetaria, agota los recursos naturales y agrava la pobreza.
Cómo se explica entonces, la persistencia de la pobreza y la indigencia en la Argentina, un país que ha crecido en los últimos años a tasas significativamente más altas que la media mundial.
El desguace de esta máquina debe ser una decisión política de urgencia, que tiene que ver con la equidad, la justa distribución de la riqueza y la preservación social, más allá de los posicionamientos ideológicos de un lado o de otro.
Como dijera John F. Kennedy: “Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos”.
Aunque pueda no compartir este análisis, lo dejo para que lo piense y me despido hasta las próximas aguafuertes. www.ecoportal.net
Ricardo Mascheroni - Docente - Argentina
Referencias:
1.- George Bernard Shaw (Ironías y Verdades, Edit. Errepar, Bs. As., 1999)
2.- Galeano, Eduardo, Patas Arriba, Edit. Catálogos, 1999