Amigos de distintos niveles sociales, de partidos políticos confrontados, de edades diferentes, tienen una misma preocupación: las generaciones actuales de jóvenes y la defensa de la nacionalidad.
Algunos entienden que el brillo del oro, la impunidad que facilita el poder político o los bienes económicos, no importa como hayan sido adquiridos, ciegan a los hombres y mujeres de hoy que actúan como si solo les preocuparan los bienes materiales.
La queja de los mayores es la misma de siempre: temen que sus descendientes no sean capaces de preservar los valores morales, únicos válidos para que la sociedad se desenvuelva con decencia, respeto, solidaridad, amor, amistad...
La preocupación aumenta a medida que pasan los años y uno pierde fuerzas físicas y piensa si ha cumplido con su deber.
Pero ¿cuál es el deber de cada quien?
Hay distintos tipos de deberes y ahora me refiero a los de tipo patriótico.
En el momento que mi generación heredo la Patria, surgió un sentimiento de rechazo hacia los mayores, porque habían permitido que Trujillo abusara de la sociedad dominicana durante más de 30 años.
Como una corriente de perfume sobre la podredumbre de la tiranía de Trujillo, el Consejo Nacional de Educación, presidido por su Superintendente General, el ilustre Pedro Henríquez Ureña, declaró texto oficial para la enseñanza primaria la obra “El Patriotismo y la escuela”, publicada en 1917, posteriormente completada y titulada “La Patria en la Canción” la cual contribuyó a la formación de las generaciones que enfrentaron a los invasores norteamericanos en 1965.
Quejarse es la línea del menor esfuerzo. Enseñar y lograr transmitir valores y conocimientos, es una tarea tan difícil como escalar el monte Everest.
No es en la escuela, en el colegio, en la universidad donde se enseña el amor a la Patria. El amor a la Patria se practica en la casa, se traspasa de padres a hijos, con el ejemplo de trabajo, vida austera y honesta, perseverancia y respeto a los grandes que la constituyeron.
La Patria es una cadena de sacrificios, satisfacciones, dolor, lágrimas, sonrisas, trabajo, solidaridad, estudios, ejercicio profesional honesto, participación en la política para aportar no para obtener bienes de fortuna de manera ilegal.
En 1838, la Trinitaria, en 1863 los restauradores, y a cada caída le ha sucedido la acción que devuelve la libertad a nuestro pueblo.
Cada vez que la Patria ha estado en peligro surge, de la generación de los jóvenes de quienes los viejos no esperan nada, un grupo, un movimiento, una generación que levanta la Bandera Nacional y grita:
¡Aún hay Patria, viva la República Dominicana!