Debe existir, en alguna parte del mundo, un “programa intensivo de formación de maestros”. Debe existir, en alguna universidad de España, Chile, los Estados Unidos, un “plan de capacitación de profesores de segunda enseñanza”. Debe existir, en algún organismo internacional, fundación privada, institución filantrópica, un “estatuto de financiamiento de la educación básica”. Es una “necesidad perentoria” que las personas responsables de la educación en la RD encuentren ese “programa”, esa universidad”, ese “fondo de financiamiento”.
Una vez realizada esta “pesquisa” trilateral, habría que “reclutar” diez docenas de dominicanos, con experiencia pedagógica, someterlos a evaluaciones psicológicas, aptitudinales, e inscribirlos en los cursos que sean de lugar. La tarea de organizar la enseñanza en la RD es ahora más importante que nunca; en época de Hostos eramos una pequeña comunidad donde todos los “vecinos” conocían los antecedentes de las familias principales. El crecimiento de la población, el desorden urbano consiguiente, el incremento de “la marginalidad”, son factores que obstruyen el desarrollo de “hábitos ciudadanos”.
En el mundo entero hay problemas semejantes. No somos una “excepción calamitosa”, una sociedad “sui generis”. Cierto escritor “post moderno” afirmaba rotundamente que cualquier “apelación a la responsabilidad” jamás sería escuchada, mucho menos atendida. La gente “carece de convicciones”; por tanto, no actúa con arreglo a los “patrones viejos” de nuestros abuelos. En el fondo de su “individual persona”, el habitante de la gran ciudad se define como “un consumidor”; y no, primariamente, como un ciudadano. Cada día que pasa dicho habitante confirma la creencia de que está viviendo bajo “control del hampa”, en pleno reino de la impunidad.
Los valores cívicos, morales, estéticos, religiosos, lógicos, económicos, se transmiten y jerarquizan a través de la educación. El maestro es el agente transmisor de una tabla estimativa. Como en todas las épocas, los jóvenes crecen sometidos a influencias triples; el maestro dice lo suyo; la familia inocula sus costumbres; la sociedad los “moldea” con su envolvente “realidad ejecutiva”. Nuestros hábitos políticos brotan de esas mismas fuentes… y de la historia conservada “por tradición”. Quizás esta nota sea “ociosa” si ya están trabajando las autoridades educativas en programas más amplios que los esbozados aquí. En tal caso puede considerarse una simple receta periodística de cocina.