La impotencia a la que se presta mayor atención es la impotencia sexual. Miles de hombres acuden todos los días a los consultorios de médicos, psicólogos, brujos, curanderos, etc. Alrededor de esta clase de impotencia no tengo nada que decir; carezco de información suficiente en lo que concierne a fisiología, endocrinología y demás asuntos conexos. La “impotencia política” afecta hoy a hombres y mujeres; alcanza a viejos y jóvenes, incluso a los que no padecen “disfunciones sexuales”. ¿Qué podemos hacer para curar la “impotencia política” que aqueja a tantos dominicanos? No es un problema individual: es un “problemazo” colectivo.
Los dominicanos tienen la tendencia a dar soluciones personales a los problemas colectivos. Cada dominicano aspira a instalar su propia cisterna, o un “tinaco” grande, para “resolver” las “interrupciones” del servicio de los acueductos. Hacemos lo mismo al comprar “una planta propia”, un inversor “de doce baterías de ciclo profundo”. Afrontamos el asunto “personalmente” por impotencia para “lidiar” con la dificultad colectiva que nos mantiene “sin agua y sin luz”. Tampoco podemos “hacernos cargo” del problema de la inseguridad. Ponemos rejas en ventanas y puertas, contratamos un “guachimán”, montamos cerrojos eléctricos, alarmas. No traspasamos esa raya.
Nada tiene de malo que un hombre intente solucionar los “problemas de la vida” con los medios a su alcance. Pero es pertinente pensar en los costos sociales “implicados” en que cada familia tenga su propio acueducto, su propio sistema eléctrico, su propia policía, sus propios medios de transporte. Nuestra sociedad posee actualmente los recursos económicos y técnicos para enfrentar “colectivamente” los desafíos “colectivos”. Sin embargo, hemos sido impotentes para dar respuesta a estos grandes retos.
Parece factible que la sociedad dominicana haga su entrenamiento en “organización cívica desde motivaciones personales”. Buena parte de los dominicanos son “solistas”; pueden cantar bajo la ducha; pero no son capaces de participar en un coro armonioso. En la escuela jamás somos adiestrados en trabajos “de grupo”; por tanto, nunca nos sentimos parte de “un equipo”, de una comunidad. Cada uno tira hacía para su lado porque no ha sido “instruido” para “ser un actor más en la coreografía” del pueblo entero. Promover organizaciones de ciudadanos tal vez ayude a curar la impotencia política.