Fue insensato por parte de Richard Nixon describir la prohibición mundial de los narcóticos como una "guerra contra las drogas". Pero la prohibición, la cual marcó un sombrío 40 aniversario este año, ha sido muy parecida a una guerra en un sentido: la primera en morir ha sido la verdad. Su última víctima es David Nutt, un eminente Doctor en psicofarmacología, que fue cancelado de su función como presidente del panel del consejo de drogas británico el 30 de octubre, luego de una ruptura con el secretario de interior. El doctor Nutt fue acusado de sobrepasar la raya entre consejo e interferencia cuando reiteró su opinión de que el cannabis y el éxtasis eran menos dañinos que lo que afirmaba el gobierno.
Las peleas entre los ministros y sus consejeros científicos no son nuevas ni inusuales: Winston Churchill comentaba con desprecio que los expertos deben estar "disponibles, no por encima", ("on tap, not on top") y que los consejeros en todo, desde educación a energía, rutinariamente están a favor o se callan, de acuerdo a los antojos de los ministros. Pero en política de drogas, las relaciones están seriamente dañadas gracias a la brecha que se ha abierto entre la evidencia que los científicos proveen y las políticas que los políticos están preparados a apoyar en público. La parte culpable son los políticos - y hasta que adopten una aproximación más realista hacia las drogas, van a luchar por encontrar expertos serios con quienes puedan llevarse bien.
Evidencia basada en política
Anular o rechazar el consejo de los expertos es una prerrogativa de los ministros. Pero en política de drogas, el consejo ha llegado a ser totalmente rechazado. A pesar de decir que sigue un enfoque basado en evidencias para determinar las políticas, el gobierno británico ha ignorado continuamente las investigaciones que no apoyan su posición. Cuando sus expertos en drogas comenzaron una revisión sobre la nocividad del cannabis en el 2007 (la tercera revisión en cinco años, las dos previas fallaron en proveer una respuesta correcta), Gordon Brown, el nuevo primer ministro, puso en claro su intención de aumentar esta droga tres puntos en la escala británica de daño aun cuando el reporte recomendara lo contrario (lo cual decididamente hizo). Al año siguiente, cuando el panel de expertos comenzó una revisión del éxtasis, el entonces secretario de interior rechazó bajar la droga en la escala, sin importar la evidencia encontrada por el reporte de que debería hacerlo ( como de nuevo sucedió).
Estas repetidas confrontaciones con los hechos fueron bastante vergonzosas, pero la solución que el gobierno ha encontrado ahora de despedir al doctor Nutt es aún más vergonzosa. Los inconvenientes comentarios del profesor no fueron parte de una "campaña" contra las políticas gubernamentales, como han sugerido estridentemente los ministros: éstas fueron incluidas en un artículo en una revista profesional de farmacología y en una conferencia en el King's College de Londres. Si los consejeros académicos no asalariados son cancelados por publicar tales investigaciones, pronto no quedarán muchos.
El debate sobre las drogas se ha divorciado tanto de la realidad, que es difícil imaginar qué clase de consejos - y que tacto exquisito - se requeriría para evitar avergonzar de manera inadvertida a los políticos en cuanto a sus pronunciamientos descabellados sobre el tema. El Sr. Brown, por ejemplo, fue citado diciendo que el cannabis es "letal". No lo es, y eso no es discutible.
Tristemente, la aproximación libre de evidencia para tratar sobre drogas parece no menos popular con la oposición conservadora británica. Antes de convertirse en su líder, David Cameron apoyaba un reporte parlamentario que pedía que el éxtasis fuera degradado en la escala y para que el gobierno impulsara que la comisión de narcóticos de la ONU hablara acerca de las diferentes vías de atacar las drogas, incluyendo su legalización. Ahora que está cerca del poder, su confianza lo ha abandonado: dice que ninguna droga debe ser degradada y que la línea política de su partido acerca de la cancelación del doctor Nutt es que esto debió haber ocurrido antes. Este desprecio por los hechos -y por las vidas que podría salvar un enfoque basado en evidencia sobre las drogas- es deplorable.
En política de drogas, las relaciones están seriamente dañadas, gracias a la brecha que se ha abierto entre la evidencia que los científicos proveen y las políticas que los políticos están preparados a apoyar en público.
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De The Economist, traducido por Diario Libre y publicado bajo licencia. El artículo original en inglés puede ser encontrado en www.economist.com