Cree Estados Unidos daría su apoyo a Inglaterra en caso de que Argentina se enfrente de nuevo en una guerra por la posesión de las Islas Falkland
Cuando en medio del ruido de la guerra que los militares argentinos emprendieron en Las Malvinas contra Gran Bretaña a inicios de los años 80 para ver si salvaban lo insalvable, su triste y sórdida reputación represiva, consultaron la opinión de Jorge Luis Borges sobre estas acciones bélicas que parecían del siglo XV.
-Dos calvos peleándose por un peine, sentenció la rara esfinge que era el escritor argentino.
Ya no es así. Ahora hay petróleo.
Se trató de un juicio sensato de pensador ante el momento de sables y despotismo que dominaba a Sudamérica.
Los militares sabían que no ganarían una batalla siquiera pero necesitaban de vida o muerte aparecer como víctimas de los más poderosos en un momento de desesperación en que la comunidad internacional condenaba sus crímenes.
Una paradoja más en el camino la constituye el hecho de que Borges era en su formación cultural menos argentino que inglés y más europeo que latinoamericano.
Los argentinos, más sensatos y menos desesperados, no van a tener que ir a la guerra por el poquito de combustible que depositaron los años en esas islas justamente reclamadas como suyas por ellos.
Si de nuevo hubiera acción cañonera, un remoto impensable ahora, Estados Unidos de nuevo le daría respaldo logístico a sus primos ingleses que reclaman con el nombre de Falkland esas dos o tres tareas de tierra conquistadas durante sus andadas imperiales en ultramar.
Las Naciones Unidas, poderosamente influenciadas por el mundo desarrollado, se van a pronunciar, si es que lo hacen, tibiamente, por un arreglo diplomático que salve las formas y restaure el buen comportamiento internacional que no existe cuando se trata de intereses.
Los arreglos de caballeros sólo son posibles cuando no está en juego el sacrosanto nombre del dólar, de los euros y de las transnacionales.
Ahí, una pequeña muestra de soberbia imperial y una cierta dosis de colonialismo siempre resultan probables no para la nostalgia que tan buenas líneas literarias compuso en mentes bien dispuestas e imaginativas sino para preservar privilegios obtenidos en la derrotada por el tiempo grave piratería anglosajona cuyos antecedentes son los normandos y los vikingos, con sus dioses, su pelo rojizo y su disposición indudable para destripar a quien se les opusiera en sus correrías oceánicas de medio mundo.
Las guerras futuras serán más sofisticadas pero tendrán como elemento dominante, por mucho tiempo más, al petróleo que escasea y se encarece obedeciendo a la ley de oferta y demanda.
Las víctimas seguirán siendo las mismas que acontecen hoy en Afganistán, los bombardeados “por error,” llámase con este nombre al hecho de lanzar ataques contra enemigos que en determinado momento se encuentran entre civiles y los militares sienten llegada la oportunidad de atacarlos aunque eliminen a inocentes.
La del accidentado territorio de Afganistán es la que más de estos “errores” ha reportado en tiempos modernos.
El caso es que si Estados Unidos o Europa se ven cada vez más urgidos de obtener petróleo pagarán el precio que sea-y lo están pagando- por obtenerlo.
La guerra es un negocio de alta rentabilidad como son todos los de alto riesgo.
Correrlo es el hábito de los militares que son una expresión del dominio y de la fuerza.
Esas veleidades continuarán al ritmo de los consejos de los predicadores y tele evangelistas que predican incluso la muerte de jefes de Estado extranjeros mientras miran extasiados para la muy rica Cuenca del Orinoco que hierve en petróleo como nunca se había imaginado.
Sus reservas garantizan el combustible, sumado al gas natural, para unas cuantas décadas y su control será crucial en la estrategia y la geopolítica del siglo XXI.
Las Malvinas vuelven a ser conflicto por la posible existencia de petróleo.
Estrategia militar Argentina
Las Malvinas son una pequeña muestra de que los gigantes dormidos pueden despertar cuando le acercan un carburante que los incite a volver a los escenarios de la confrontación y el poderío. Los militares sabían que no ganarían una batalla siquiera, pero necesitaban aparecer como víctimas..