La polémica desatada en torno al libro de la señora Angelita Trujillo y el llamado de algunos sectores para que el mismo sea boicoteado , tiende a recordarme dos momentos; el primero aquel periodo en el cual se insistía en la necesidad de practicar la lectura e ir a los libros como forma de ensanchar los conocimientos y bajo el lema de “Los libros no muerden”, el otro momento es aquel cuando los comunistas norteamericanos entraron en contradicción con los albaneses y en el grupo donde militábamos se nos quiso prohibir leer el periódico que venía desde los Estados Unidos.
De una u otra forma es posible que esas actitudes de tratar de impedir la lectura de determinados textos, sea la extensión de las actitudes eclesiásticas y dogmáticas sobre corrientes contrarias, tal era la situación de los católicos frente a la Biblia de los protestantes y muchas otras formas de rechazo a lo considerado como contrario al régimen o supraestructura establecida.
En la Republica Dominicana se estableció la prohibición de las actividades trujillistas, esto como una forma de evitar el resurgimiento de un régimen de oprobio. Todo indica que existe una confusión entre las normas establecidas para salvaguardar los elementos buenos de la sociedad y el muro de contención que debe existir para detener la propagación del mal.
La prohibición de lectura de las biblias luterianas constituía un error de la iglesia católica y evidenciaba fanatismo o dogmatismo; la actitud del grupo en el cual militaba y que prohibió la lectura de la literatura de los Marxistas Leninistas que contrariaban las posiciones de los albaneses, fue un acto de sectarismo y poco criterio sobre la ciencia, pero los que llaman a no leer el libro de la hija mimada del Generalísimo también incurren en una actitud un tanto estrecha, pues considero que no hay razones lógicas para temer a un contagio a consecuencia de la lectura de un material escrito por la hija del sátrapa, es como si dudáramos de nuestras propias capacidades para discernir entre lo dicho con pasión y aquello expresado producto del razonamiento humano.
La ignorancia muerde, debido a que en la medida en que desconocemos situaciones, podemos llegar a formarnos ideas erróneas y hasta a santificar figuras que no necesariamente deben estar en el altar; sino en el zafacón, tal ocurre con personajes que son elevados a la categoría de héroes y en cierta medida han sido empleados del régimen tiránico o estuvieron y siguen estado al servicio de la dominación imperial.
Debemos dejarnos de buscar pureza total en nuestros mártires y héroes y de ver demonios en la parte adversa, tenemos que hurgar en lo mas profundo a fin de comprobar de manera científica, cuales han sido nuestras debilidades y como contribuir a superarlas, jamás buscando santos en un mundo de impurezas y simulaciones.
Busquemos la verdad no importa cuantos tropiezos o incomodidades encontremos en su búsqueda, si los trujillistas quieren expresar sus criterios oigámoslos sin temor a que convenzan a las mayorías, solo quien tiene temor de si mismo puede oponerse al debate de las ideas, pero además, si decimos que estamos a favor de la democracia, mal podríamos imitar a los tiranos con limitaciones en las formas de expresión y difusión del pensamiento.
De nada valdría oponernos a que los trujillistas difundan sus ideas y al mismo tiempo tenemos a Trujillo reencarnado en nuestros gobernantes: basta que verifiquemos el método de dirección que prevalece en el Estado Dominicano, salvo algunas diferencias, hay que concluir en que no obstante los casi 50 años transcurridos, Trujillo sigue gobernando el país a través de los métodos aprendidos o imitados.
Si llega a mis manos el libro de la hija del responsable de miles de muertos, presos y torturados, lo leeré con el mismo cuidado que como leo, Mi Lucha de Adolfo Hitler, El Príncipe de Maquiavelo, las Memorias de Johnny Abes García, responsable de asesinatos , torturas y demás etc. dentro del trujillismo, también leo los libros del doctor Balaguer y de cualquier otro escrito por personajes que estuvieron ligados a la tiranía y que hoy aparecen reciclados y hasta como enemigos de sus atrocidades, todos los cuales no son santos de mi devoción; pero los leo porque en definitiva creo que los libros no muerden, la ignorancia sí.