El poeta es un descriptor de la escenografía de lo divino. No sueña, canta. No maldice, bautiza. No odia, atestigua. Su paso es tan leve y a la vez tan pesado en los abismos que lo persiguen los que no entienden nada de música.
El poeta es un borracho y cuando rumia sus anhelos cuando aúlla desde la luna, cuando escandaliza desde el fondo del mar, recibe una coz o un relámpago. Simplifica la vida hasta hacerla parecer un cristal aunque la complica hasta tal punto que no es reconocible para los que levantan muros. Es un loco o un dios que habla a través del poeta y cuando se envalentona, cuando dice esta boca es mía, no hay fusta, mortero, barrera alguna que logre detenerlo.
El poeta es un conector de redes, por donde se mueven imágenes, sucesos virtuales extraídos de la vida misma, símiles pretenciosos, metáforas felices que lo obligan a guillotinarse la cabeza y a exhibirla en la punta de una púa al público delirante que pide: otra, otra, otra. Mago sin chistera ni pañuelos que saca conejos y palomas donde los demás creen que solamente existen leones y culebras, convierte la burda realidad en un pasaje bíblico y luego se retira a inventar nuevos sacrificios.
El poeta es el toro y la banderilla la verónica y la muleta el cojín en el ruedo y la arena manchada de sangre. Oveja negra que nunca sueña con ser oveja blanca.
El poeta es un desternillado de la risa y un descalabrado, un rey de volteretas y un emisario de los orígenes. Un prestidigitador que desprestigia todo mito de Cassandra, él es Troya y es el caballo de Troya y cuando piensan que ha sido silenciado, que se ha perdido en los pliegues de la mudez y en los vericuetos de los relojes reaparece triunfalmente, con un gesto de diablillo y sigue dando dolores de cabeza.
El poeta es un borracho y cuando rumia sus anhelos cuando aúlla desde la luna, cuando escandaliza desde el fondo del mar, recibe una coz o un relámpago. Simplifica la vida hasta hacerla parecer un cristal aunque la complica hasta tal punto que no es reconocible para los que levantan muros. Es un loco o un dios que habla a través del poeta y cuando se envalentona, cuando dice esta boca es mía, no hay fusta, mortero, barrera alguna que logre detenerlo.
El poeta es un conector de redes, por donde se mueven imágenes, sucesos virtuales extraídos de la vida misma, símiles pretenciosos, metáforas felices que lo obligan a guillotinarse la cabeza y a exhibirla en la punta de una púa al público delirante que pide: otra, otra, otra. Mago sin chistera ni pañuelos que saca conejos y palomas donde los demás creen que solamente existen leones y culebras, convierte la burda realidad en un pasaje bíblico y luego se retira a inventar nuevos sacrificios.
El poeta es el toro y la banderilla la verónica y la muleta el cojín en el ruedo y la arena manchada de sangre. Oveja negra que nunca sueña con ser oveja blanca.
El poeta es un desternillado de la risa y un descalabrado, un rey de volteretas y un emisario de los orígenes. Un prestidigitador que desprestigia todo mito de Cassandra, él es Troya y es el caballo de Troya y cuando piensan que ha sido silenciado, que se ha perdido en los pliegues de la mudez y en los vericuetos de los relojes reaparece triunfalmente, con un gesto de diablillo y sigue dando dolores de cabeza.