Escrito por: JESUS RUIZ MANTILLA
Débil y melancólico, enfermizo, un tanto solitario y frustrado, Federico Chopin no debió ser consciente en su corta vida -39 años- de su paso decisivo y revolucionario por la música. Ahora, cuando el primero de marzo se cumplan 200 años de su nacimiento en Zelazowa Wola (Polonia), su estela crece. No dedicó apenas inspiración para otra cosa que no fuera el piano.
Pero su búsqueda de nuevas formas, su arrebato romántico y visionario para ensanchar todos los lenguajes del instrumento más completo que existe fue increíblemente fructífera.
Hoy es el rey del piano y su mayor profeta. La vigencia de Chopin en este segundo centenario es unánime y absoluta.
Pero aun así, logró conquistar los favores de la escritora George Sand en París. Esta mujer de rompe y rasga con quien acabó una temporada en Mallorca fumaba puros y animaba los salones franceses en los que Chopin estrenaba sus piezas. Sand le encontraba, según cuenta el pianista Alfred Cortot en el maravilloso libro Aspectos de Chopin (Alianza), "bello de rostro como una mujer triste".
Triste y un tanto desesperado, pero también tozudo y genial, Chopin dedicó su vida a indagar en la grandeza de un instrumento para el que casi todo estaba por escribir. Pero su paso por este mundo marcó definitivamente el desarrollo posterior del arte del piano.
Él bebió de las referencias anteriores que abrieron caminos fundamentales: de Scartlatti y Bach -aunque éste no escribió para piano y llegó a despreciarlo como nuevo instrumento en vida- en el barroco; a Mozart, Beethoven y Schubert después, el teclado llega a Chopin como un artefacto estimulante en el que se abren mil maneras de indagar.
"Después de su huella ya no puedes esquivarlo", comenta Javier Perianes, pianista que se encuentra estos días preparando el Concierto número uno junto a su maestro Daniel Barenboim. "Algunos critican la orquestación de sus conciertos, pueden verse como una alfombra de terciopelo.
Bien, pero está hecha para que caminemos sobre ella con elegancia o para que nos estrompemos. Es la desnudez, completamente transparente".
Perianes es uno de los intérpretes que se dedicará este año a fondo a Chopin. También los mayores lo están haciendo. Barenboim, aparentemente alejado del mundo chopiniano, le va a dedicar varios recitales.
Lo mismo que Krystian Zimerman, que ha ideado este año programas exclusivos dedicados a su compatriota de los que ya ha dado una muestra espectacular en una gira por ocho ciudades españolas.
Y es que, según Rosa Torres-Pardo, "Chopin se impone". En todas las edades de un pianista, en los jóvenes y los maduros.
"En los jóvenes porque se presta a la pasión, la emoción y el descontrol y en los maduros porque, justo para evitar lo otro, se busca el equilibrio como un reto".
Quien dictó cátedra para los pianistas en cómo debía interpretarse a Chopin fue Arturo Rubinstein, comenta Torres-Pardo.
"Es la referencia todavía hoy". Porque exprimió al máximo -como también lo hiciera Alfred Cortot o más recientemente Maria Joao Pires, Zimerman o Maurizio Pollini, cuyas interpretaciones se aprecian en la obra completa que edita este año Deutsche Grammophon- la riqueza que Chopin quiso dar al instrumento.
"Él inició una nueva forma de tocar y abordar el piano, con piezas que se prestaban al virtuosismo, a la libertad creativa en las dinámicas, los pianismos, la técnica, las sonoridades, los colores...", comenta la intérprete española.
Todo puede explorarse en sus Sonatas, sus Estudios, sus Mazurcas, las Barcarolas, las Baladas, los Valses, los Nocturnos, los Preludios... Estos últimos, escritos con un afán visionario que iba 50 años por delante de lo que después seguirían haciendo Debussy, Rachmaninov y los representantes vanguardistas de la Escuela de Viena.
El influjo en los jóvenes es constante. El pianista chino Lang Lang lo reconoce a sus 28 años. "Cuando era adolescente quise incorporar todo su repertorio. No llegué a hacerlo, pero aprendí mucho con él", comenta desde Viena el intérprete que este año ha participado en la película Chopin project.
"Ese romanticismo, la melodía, el estado de ánimo, te ayuda a crecer". Para Lang Lang, la gran huella de Chopin se notó en la espectacularidad. "Tocar el piano pasó a ser como ir a la ópera. El público multiplicaba sus emociones con sus piezas.(El País.com).
Débil y melancólico, enfermizo, un tanto solitario y frustrado, Federico Chopin no debió ser consciente en su corta vida -39 años- de su paso decisivo y revolucionario por la música. Ahora, cuando el primero de marzo se cumplan 200 años de su nacimiento en Zelazowa Wola (Polonia), su estela crece. No dedicó apenas inspiración para otra cosa que no fuera el piano.
Pero su búsqueda de nuevas formas, su arrebato romántico y visionario para ensanchar todos los lenguajes del instrumento más completo que existe fue increíblemente fructífera.
Hoy es el rey del piano y su mayor profeta. La vigencia de Chopin en este segundo centenario es unánime y absoluta.
Pero aun así, logró conquistar los favores de la escritora George Sand en París. Esta mujer de rompe y rasga con quien acabó una temporada en Mallorca fumaba puros y animaba los salones franceses en los que Chopin estrenaba sus piezas. Sand le encontraba, según cuenta el pianista Alfred Cortot en el maravilloso libro Aspectos de Chopin (Alianza), "bello de rostro como una mujer triste".
Triste y un tanto desesperado, pero también tozudo y genial, Chopin dedicó su vida a indagar en la grandeza de un instrumento para el que casi todo estaba por escribir. Pero su paso por este mundo marcó definitivamente el desarrollo posterior del arte del piano.
Él bebió de las referencias anteriores que abrieron caminos fundamentales: de Scartlatti y Bach -aunque éste no escribió para piano y llegó a despreciarlo como nuevo instrumento en vida- en el barroco; a Mozart, Beethoven y Schubert después, el teclado llega a Chopin como un artefacto estimulante en el que se abren mil maneras de indagar.
"Después de su huella ya no puedes esquivarlo", comenta Javier Perianes, pianista que se encuentra estos días preparando el Concierto número uno junto a su maestro Daniel Barenboim. "Algunos critican la orquestación de sus conciertos, pueden verse como una alfombra de terciopelo.
Bien, pero está hecha para que caminemos sobre ella con elegancia o para que nos estrompemos. Es la desnudez, completamente transparente".
Perianes es uno de los intérpretes que se dedicará este año a fondo a Chopin. También los mayores lo están haciendo. Barenboim, aparentemente alejado del mundo chopiniano, le va a dedicar varios recitales.
Lo mismo que Krystian Zimerman, que ha ideado este año programas exclusivos dedicados a su compatriota de los que ya ha dado una muestra espectacular en una gira por ocho ciudades españolas.
Y es que, según Rosa Torres-Pardo, "Chopin se impone". En todas las edades de un pianista, en los jóvenes y los maduros.
"En los jóvenes porque se presta a la pasión, la emoción y el descontrol y en los maduros porque, justo para evitar lo otro, se busca el equilibrio como un reto".
Quien dictó cátedra para los pianistas en cómo debía interpretarse a Chopin fue Arturo Rubinstein, comenta Torres-Pardo.
"Es la referencia todavía hoy". Porque exprimió al máximo -como también lo hiciera Alfred Cortot o más recientemente Maria Joao Pires, Zimerman o Maurizio Pollini, cuyas interpretaciones se aprecian en la obra completa que edita este año Deutsche Grammophon- la riqueza que Chopin quiso dar al instrumento.
"Él inició una nueva forma de tocar y abordar el piano, con piezas que se prestaban al virtuosismo, a la libertad creativa en las dinámicas, los pianismos, la técnica, las sonoridades, los colores...", comenta la intérprete española.
Todo puede explorarse en sus Sonatas, sus Estudios, sus Mazurcas, las Barcarolas, las Baladas, los Valses, los Nocturnos, los Preludios... Estos últimos, escritos con un afán visionario que iba 50 años por delante de lo que después seguirían haciendo Debussy, Rachmaninov y los representantes vanguardistas de la Escuela de Viena.
El influjo en los jóvenes es constante. El pianista chino Lang Lang lo reconoce a sus 28 años. "Cuando era adolescente quise incorporar todo su repertorio. No llegué a hacerlo, pero aprendí mucho con él", comenta desde Viena el intérprete que este año ha participado en la película Chopin project.
"Ese romanticismo, la melodía, el estado de ánimo, te ayuda a crecer". Para Lang Lang, la gran huella de Chopin se notó en la espectacularidad. "Tocar el piano pasó a ser como ir a la ópera. El público multiplicaba sus emociones con sus piezas.(El País.com).