Tuesday, January 5, 2010

EL VALOR DE LA VIDA.-

De Rafael Núñez

No importa en cuál de las dos tesis se pueda uno inscribir respeto del origen del hombre, pero lo cierto es que la vida humana en el planeta es un acontecimiento perfecto, trascendente y todos apreciamos el hecho de vivir. Amamos y recordamos a quienes nos dieron el aliento para ser lo que somos hoy: Hombres y mujeres con más virtudes que defectos.

Por más desvirtuado moralmente que sea un ser humano, hasta ese tipo de gente ama la vida porque es lo más preciado que tenemos. Reyes, Emperadores, dictadores, Jefes de Estado, Presidentes, líderes religiosos y espirituales, todos, absolutamente todos, la cuidamos.

Las prácticas religiosas del mundo oriental dan a entender a quienes obedecemos a otras creencias, que no aprecia la vida aquel que, profesando aquellas doctrinas, se convierte en una bomba ambulante para causar daños a terceros; pero esta acción se inscribe en el convencimiento de esas poblaciones religiosas de que se volverá a la vida en un estadio superior, luego de un sacrificio como ese.

No hay nada más valioso, insisto, que tener la vida. No entiendo, por ello, por qué hay seres humanos que se aferran tanto a lo material y a los excesos de los placeres de la vida, que llegan a creerse que ahí termina todo. Si lo más importante que tiene un ser humano es la vida, ¿puede haber otra cosa que tenga mayor valor y significación que ella? ¿Puede otra cosa dar mayor satisfacción que vivir para servir?

El poder vivir es una facultad que, o nos viene dada por Dios o es un hecho surgido de la propia naturaleza. Esta segunda tesis ha sido sostenida durante centurias por los partidarios de la evolución. Pero mi intención en este artículo no es entrar en ese viejo debate, que nos puede arrastrar a un terreno cenagoso en el que no me siento en ánimo para adentrarme.

Si hay algo que todos tenemos seguro es que nuestra estadía en la tierra es efímera, es tan pequeña y breve como una gota de agua en el océano, es una ínfima estrella que viaja por el Universo, pero que se apagará en algún momento. La vida no es eterna. La muerte, es decir, la desaparición física de nuestro cuerpo se produce en cualquier momento, sin que nadie pueda mediar para que se nos dé un chance de vivir unos cuantos años más. Ha sido así siempre, tan segura que los emperadores y reyes ordenaban rituales ostentosos para sus funerales, de manera que pudieran "trascender" la vida.

Si la muerte es tan real, ¿por qué hay personas en el planeta que se aferran tanto a lo material? Muchos llegan a entender que los bienes materiales que poseen adquieren mayor valor que la vida misma. Se conocen casos de personas que ofenden hasta su misma madre por una mota.

A propósito de esta reflexión les cuento lo que me ocurrió a principio del gobierno:

Una persona me señalaba sobre algunos desajustes que entendía había en la estrategia de comunicación del gobierno. Me advertía que de no resolverse ese aspecto, quien suscribe terminaría de patadas fuera del gobierno.

Cuando terminó de argumentar con su teoría y su temor, le respondí que ciertamente toda gente agradecida valora que un presidente como Leonel Fernández le dé la oportunidad de desarrollar sus potencialidades, pero que nadie puede aferrarse a los cargos porque todo tiene su tiempo contado, mucho más quienes dependemos de un decreto.

Le pregunté qué era lo más importante como ser humano para él. Después de algunos minutos sin responderme, le dije que para todos, lo más preciado era la vida, pero que desgraciadamente todos la perderemos.

¿A qué viene eso?, me preguntó mi interlocutor. Bueno, le dije, porque si la vida es lo más importante que tenemos, y la vamos a perder, todo lo que esté por debajo de ella tiene menos valor y se puede conseguir. Un empleo, una casa, una finca, un yate, un barco, un helicóptero, una cuenta bancaria millonaria. Todo eso es bueno (¡y benditos sean quienes lo han conseguido en buena lid!), pero la vida sigue siendo lo más importante, a pesar de lo material.

Hay personas que rompen con sus mejores amigos y familiares por bienes materiales, gente que no pierde oportunidad para engañar a los demás y acumular riquezas pero son miserables de otras cosas. Por demás, no conozco la primera persona que se haya llevado sus bienes al más allá. Una muestra de lo que afirmo lo pude comprobar cuando , en la visita oficial del presidente Fernández a Egipto, nos llevaron al Museo El Cairo, donde vimos todos los bienes que atesoró el Rey Tutankamon, que fueron encontrados en su tumba, guardados allí hace miles de años. Hoy, esos bienes ocupan casi dos pisos de aquel museo, con un valor incalculable, pero que nadie puede disfrutar. Sus bártulos se quedaron por exceso de equipaje.

Para quienes piensan que lo material está primero, aquí les va algunas estrofas de la canción escrita por el argentino Ricardo Ceratto, cantada por Charityn Goyco, que dice así:

"No quisiera pagar por mi largo viaje/exceso de equipaje/pudiéndolo evitar/sólo ansío llevar mi mejor recuerdo/si lo demás lo pierdo/habré encontrado paz". Para pensar y actuar en consecuencia, no hay que buscar cobijo en un templo.