La cumbre climática de Copenhague arrojó como resultado final un gran fracaso para aquellos que tenían esperanzas de poder estabilizar el futuro del planeta Tierra. A diferencia de las cumbres económicas o militares, cuyos acuerdos pueden ser alterados según la correlación de fuerzas, cada día que pasa sin que se tome acción frente al deterioro climático es un paso hacia nuestra propia destrucción.
Mas allá de todos los teatros montados por los líderes mundiales en Copenhague, sus declaraciones huecas e irresponsables, hay una realidad muy concreta que todos los países del mundo deben enfrentar. Lo resumiré en tres puntos:
1. Los grandes países capitalistas no tienen la capacidad técnica para generar ganancias de sus inversiones si no siguen abusando del ambiente que les proporciona sus materias primas.
2. EEUU es el país que tiene las plantas industriales más antiguas y difíciles de desmontar para entrar en una nueva era de bajo consumo de energía. No se quedan muy atrás Europa occidental y Japón. En cambio, China sufre el problema al revés: apenas está creando su infraestructura industrial masiva y no quiere detenerse.
3. El directorio político que gobierna a EEUU está apostando al tiempo. Es decir, esperan que su sistema de acumulación se salvará con nuevos descubrimientos tecnológicos a corto plazo (primer cuarto de siglo XXI) o, según los más ambiciosos, se descubrirán nuevos “mundos” similares a la tierra para continuar extrayendo materias primas.
El presidente de EEUU, Barack Obama, sorprendió a todos cuando llegó a la cumbre sin una propuesta. Al contrario, su actitud fue de doblar brazos y amenazar a los países menos desarrollados. El mundo esperaba el anuncio que EEUU reduciría sus emisiones entre un 25 y 40 por ciento. Sin embargo, sólo prometió una reducción del 4 por ciento.
Según la ONU, los recortes de emisiones actualmente propuestos significarían un aumento de las temperaturas globales de 3 grados celsius en promedio. La información contradice las promesas de los líderes mundiales de fijar el tope de los aumentos en 2 grados. En una maniobra que fue calificada como poco diplomática, Obama logró sentar a cuatro países “emergentes” para proponerles un acuerdo informal que se presentaría ante el mundo como un gran triunfo.
El documento fue rechazado por Rusia, la Comunidad Europea, la mayoría de los países latinoamericanos e, incluso, por los mismos países que en un principio habían cooperado con Obama: África del Sur, Brasil, China e India. Al final Obama tuvo que abandonar Copenhague de manera parecida a la retirada del presidente Bush (hijo) de Mar del Plata cuando fracasara la cumbre de ALCA. Desde el punto de vista político, lo que más le preocupa a los líderes mundiales y a otros sectores sociales, es el estilo de Obama que ha adoptado, faltando un mes para cumplir su primer año en la Casa Blanca, la misma arrogancia e indiferencia de Bush.
El gobierno panameño envió una delegación a Copenhague que se mantuvo en el anonimato. Es probable que su perfil bajo se debió a los problemas que los últimos gobiernos han estado creando en el país mediante políticas públicas destructivas. En Copenhague se habló de proteger la tierra, en Panamá se dan permisos sin plan ni estudios para extraer oro de una mina a tajo abierto, se construyen hidroeléctricas y se reprime a los pueblos indígenas.
- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena.