Durante esta semana hemos leído en algunos periódicos, repitiendo lo que han dicho algunas agencias noticiosas internacionales, que el terremoto que destruyó gran parte de la ciudad de Puerto Príncipe el pasado martes es el peor que ha conocido Haití en los últimos 200 años.
Creo que hay un anacronismo en esta afirmación pues el peor terremoto que ha azotado Haití, según los registros históricos, acaeció el 7 de mayo de 1842. Ese sismo destruyó simultáneamente las ciudades de Cabo Haitiano y Santiago de los Caballeros.
Anteriormente a ese fenómeno hubo otros grandes terremotos en la isla de Santo Domingo. Uno de los más famosos fue el que destruyó las ciudades de la Concepción de la Vega y Santiago de los Caballeros el 2 de diciembre de 1562. En aquella época ambos poblados se encontraban ubicados más al norte de donde se encuentran actualmente.
Santiago se localizaba en el actual sitio de Jacagua, en donde todavía pueden ser observadas sus ruinas de ladrillo. La Vega, por su parte, estaba en el lugar conocido hoy como Pueblo Viejo, casi al pie del llamado Santo Cerro. Ambas ciudades fueron importantes centros mineros a principios del siglo XVI, llegando a tener una considerable población para aquella época.
Ambos poblados perdieron luego la mayoría de sus habitantes cuando las minas de oro se agotaron y luego que la población aborigen desapareció bajo el impacto de las encomiendas. Entonces, ambos centros quedaron casi despoblados con sus escasos habitantes dedicados a la crianza de ganado y a una agricultura de subsistencia.
Con el tiempo, sus casas y edificios se arruinaron quedando sus puertas y ventanas podridas por la humedad y carcomidas por el comején, y sus paredes y techos taladrados por raíces o penetrados por enredaderas.
Cuando el terremoto sacudió el centro de la isla el 2 de diciembre de 1562, casi todas las edificaciones cayeron al suelo quedando incólumes solamente las paredes y columnas más gruesas de las iglesias, así como las torres de la fortaleza y el pozo y aljibe de la Concepción.
A juzgar por sus efectos, este sismo se originó en la falla geológica que pasa justamente debajo de la población de Tamboril y de la sección de Jacagua, en donde estuvo asentada la villa de Santiago originalmente.
Ambos sitios, La Vega y Santiago, quedaron deshabitados pues sus pocas familias se mudaron hacia el sur y se establecieron a orillas de los dos grandes ríos de la zona, el Yaque del Norte y el Camú.
El siguiente gran terremoto que azotó la isla ocurrió en mayo de 1673. Este nuevo temblor de tierra destruyó numerosas casas y edificios en la ciudad de Santo Domingo y mató 24 personas. La mayor parte de la población se salvó de una muerte segura porque la tierra tembló durante el día mientras se encontraba fuera de las casas. Según los testigos, no hubo casa en la ciudad "que no cayese por el suelo o quedase ynabitable".
Casi noventa años más tarde, en 1751, el sur de la isla volvió a ser conmovido por otro sismo que destruyó completamente la antigua ciudad de Compostela de Azua así como importantes edificaciones de la ciudad de Santo Domingo, incluyendo el antiguo convento de San Francisco.
Los habitantes de Compostela de Azua enfrentaron la catástrofe abandonando su destruido pueblo para fundar un nuevo pueblo de Azua en las cercanías del río Jura. Las ruinas abandonadas se llaman desde entonces Pueblo Viejo.
A juzgar por los efectos de estos dos terremotos sus epicentros debieron ubicarse en una falla submarina que transcurre de este a oeste, casi paralela a la costa sur de la isla. Si se ven los mapas sismográficos contemporáneos, esta falla ha sido responsable de la mayoría de los temblores que se han sentido en la costa sur de la República Dominicana.
Hubo temblores fuertes durante la sgunda mitad del siglo XVII y durante el siglo XVIII, pero no tuvieron, que sepamos, la fuerza destructiva del gran terremoto de 1751, hasta 91 años más tarde.
Entonces, como dijimos al principio de este artículo, el 7 de mayo de 1842, a las cinco y media de la tarde, el interior de la isla fue violentamente sacudido por un nuevo sismo que destruyó casi totalmente las ciudades de Santiago de los Caballeros y Cabo Haitiano.
Este terremoto produjo más de 5,000 muertos en Cabo Haitiano y unos 200 en Santiago de los Caballeros. También murió gente en el poblado haitiano de Port de Paix.
En Santiago, el párroco del lugar interpretó la destrucción de la ciudad como un castigo divino e instó a los sobrevivientes a alejarse del lugar sugiriendo que podía repetirse en cualquier momento.
Al dejar sus casas abandonadas, los pobladores de Santiago padecieron entonces numerosos saqueos y pillajes que los obligaron a regresar a sus hogares y forzaron a las autoridades a intervenir militarmente.
De ese terremoto se conserva un folleto publicado poco después de su ocurrencia, y tanto los historiadores haitianos que lo presenciaron, Beaubrun Ardhouin y Thomas Madiou, como el dominicano José Gabriel García, quien creció oyendo a sus testigos, ofrecen detalles de su ocurrencia y sus efectos.
Uno de esos efectos fue la agudización de las contradicciones políticas en la isla, lo que dio lugar al levantamiento militar contra el presidente Jean Pierre Boyer, en septiembre de ese año, y su derrocamiengto en marzo de 1843. Ambos hechos precipitaron la separación de la parte oriental de la isla y la creación de la República Dominicana en febrero de 1844.
La isla ha sufrido numerosos temblores que han dañado edificios y hasta cambiaron el curso de los ríos en tiempos coloniales. En el siglo XIX hubo dos muy fuertes en 1805 y 1897, pero con pocas pérdidas de vida.
Un terremoto que sí cobró vidas aconteció en la costa oriental del país el 4 de agosto de 1946, poco después del medio día. Este sismo originó un maremoto, o tsunami, que entró en la tierra y arrasó las comunidades de Nagua y Matanzas, y varias aldeas de pescadores entre la costa norte y la península de Samaná. Este temblor dañó varias viviendas y edificios en la ciudad de Puerto Plata.
Conozco un sobreviviente de este tsumami, el Lic. Frixo Messina, quien siendo jovencito se encontraba en la finca de su familia en el Limón, Samaná, y logró salvarse del tsunami trepándose a un árbol. Messina recuerda bien y cuenta cómo el mar arrasó todas las tierras llanas del norte de la peninsula.
Desde entonces hasta hace casi seis años, la tierra siguió temblando sin mayores consecuencias en la parte oriental de la isla, pero los temblores que destruyeron edificios y escuelas en Puerto Plata, Santiago y Tamboril en el 2003 nos recuerdan que vivimos en un territorio sísmico.
La trágica experiencia que están viviendo los habitantes de Puerto Príncipe esta semana es, a la vez, un recordatorio y un alerta pues la tierra seguirá temblando por los siglos de los siglos.
Pidamos a Dios que nos proteja y exijamos a los ingenieros que cumplan al pie de la letra con las normas antisísmicas establecidas para que no tengamos que vivir una tragedia similar.
El 7 de mayo de 1842, a las cinco y media de la tarde, el interior de la isla fue violentamente sacudido por un nuevo sismo que destruyó casi totalmente las ciudades de Santiago de los Caballeros y Cabo Haitiano.