Sunday, January 24, 2010

SOLO CUANDO ME RíO:

Ligia Minaya / 25 Abril 2009

Cuentan que un hombre con un cuchillo clavado en el pecho fue al médico, y éste le preguntó ¿Le duele? Sólo cuando me río, contestó. A mí me pasa otro tanto. Boquechivo y Diógenes, con su Tulio Turpén y su Yuladys y otros personajes, me hacen reír y mientras más me río más me duele. Para ser caricaturista, hay que tener muy buenas cualidades y un cáustico sentido del humor, pero también un conocimiento profundo de la realidad en que se vive. Harold Priego tiene eso y más.

En las dictaduras no tienen cabida y son perseguidos y encarcelados, y todo porque no sólo ponen el dedo en la llaga sino que la revuelven hasta que salga toda la podredumbre acumulada. Como a todos los que escribimos en los periódicos, a los caricaturistas no se les hace caso. De hacérselo habrían cambiado las cosas.

Hay que ver a Boquechivo con su ingenuidad que no es otra cosa que la del ciudadano común y corriente que no entiende lo que pasa, no porque sea un idiota, sino porque no resulta fácil, por ejemplo, ver cómo analfabetos de padre y madre tienen en sus manos el presente y el futuro de los ciudadanos.

Cómo los Tulios Turpén y las Yuladys se multiplican cada día y nadie hace nada para impedirlo. Cómo hay gente que sin dar un golpe ni en defensa propia gana miles y miles de pesos, y hasta dólares, por el solo hecho de ser del partido en el gobierno. Y no me refiero sólo a este gobierno, lo han hecho todos, pero claro, una cosa es estar en la oposición donde las cosas se ven de otra manera y otra cosa es estar en el Poder donde todo es color de rosa.

Una se ríe, porque hay que reírse con las ociosidades de estos personajes, pero duele. Duele ver que esos, en los que un día pusimos nuestras esperanzas, nos han hecho perder la fe, y de esa pérdida estamos hasta la coronilla. Cuando una creía que las cosas iban a mejorar, se da cuenta que siguen iguales o peores. Hace muchos años que estamos mordiéndonos la cola ¿Qué ha pasado? ¿Qué es de aquellos proyectos, de aquella honestidad, de los propósitos de enmienda que nos llevaron a tener fe? Pues nada, parece que una cosa es predicar y la otra practicar. No hay quien persiga el dinero mal habido, que es mucho. Ni quien mire con ojos de piedad a los de abajo, no como aquello de "mirar para arriba, mirar para abajo, mirar mi maestra con tanto trabajo". Y si de maestros hablamos esos no tienen quien les escriba. Sé de muchas que fueron mis compañeras y después de treinta y tantos años, hasta cuarenta, fueron jubiladas con una chilata que no les alcanza ni para morir en paz. ¿Y entonces, a quién creerle? ¿A los que dicen que el país está de maravillas mientras no hay ni alcohol en los hospitales? Hasta ahí hemos llegado.

Así es que, Boquechivo, prepárate para seguir padeciendo y preguntando, y lo peor no entendiendo nada de nada, mientras todos los Tulios y sus Yuladys viven por encima del bien y del mal. ¡Amén! Pero yo, mi querido Boquechivo, tengo que confesarte que además de reírme, me duele cuando me río. Y mucho.

Denver, Colorado