Escrito por: FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX (henriquezcaolo@hotmail.com)
Hace poco menos de un mes el periódico “Clave” publicó un presupuesto de gastos preparado por una empresa publicitaria a requerimiento de un precandidato a regidor. El aspirante a la nominación es un político de Santiago. La confección de cachuchas de campaña costaría 52 mil pesos; las camisetas, 80 mil; botones “de solapa”, 30 mil. Los “stickers”, en dos tamaños, sumaban 90 mil pesos; los carteles, 160 mil. Además, el presupuesto incluía vallas “anunciadoras”, de diferentes tamaños. Algunas de ellas iluminadas. El total alcanzaba cinco millones y pico. No tenía calculado el ITBIS.
Antes de conseguir la nominación por su partido un aspirante a regidor debe gastar una cantidad de dinero que no ganará en cuatro años, si obtuviera después el triunfo electoral. Y ese es el punto central del mencionado reportaje periodístico. ¿De dónde sacan tanto dinero los precandidatos? ¿Cuáles son las fuentes de financiamiento de los nominados? Todo el mundo sabe que la JCE “suministra” dinero para las campañas de los partidos. Es una suma espantosamente grande que ha de ser administrada con “relativa transparencia”. Y, más tarde, auditada por la Cámara de Cuentas. Se dice que esta carga de los contribuyentes es uno de los “costos de la democracia”.
Algunos miembros de la JCE han expresado a los periodistas el temor de que los partidos llegaran a ser “manejados” por narcotraficantes; o que cayeran bajo su influencia. Se comenta en voz baja que el dinero sucio que se invierte actualmente en la RD nos ha “protegido” de los embates de la crisis financiera internacional. Los gobiernos de todas las épocas han “facilitado”, en diversas formas, las campañas del partido oficial y de organizaciones afines. Quiere decir que el dinero circula “a manos llenas” mientras duran las “movilizaciones” políticas.
Los estrategas de mercadeo, consejeros de campaña, redactores de discursos, constituyen “grupos de acción” que significan dinero añadido a los costos publicitarios y de difusión. La lucha por el poder no conoce limites; ni los “procedimientos”, ni los gastos, preocupan a los participantes. Se ha dicho que el dinero es el excremento del diablo. La frase parece haberla escrito Papini. La ambición política, el hambre de poder, hace apetecibles los desechos intestinales del demonio.