Barack Obama no para de quebrar paradigmas ni de torcer el curso de la historia universal. Este jueves, Oslo ha sido el escenario del nuevo récord del primer presidente afroamericano en la historia de los Estados Unidos.
Obama, el primer sorprendido con la noticia de que había ganado el Premio Nobel de la Paz 2010 y el mismo que ha manifestado no sentirse merecido, ha empuñado la medalla y el diploma que lo certifica como tal sin temblarle el pulso. Todo lo contrario, se ha justificado con argumentos pocos pacifistas.
En la historia de las premiaciones (1901-2010) es la primera vez que el de la Paz se otorga a una esperanza, lo que es igual a una ilusión, a una promesa suspendida en un hilo tan inestable como lo es el futuro. Con ello, la academia muestra una vez más sus métodos sesgados y manipulados en sus premiaciones.
Obama hubiera crecido un par de metros más, rechazando un premio que sabe no le corresponde por una sencilla razón: No hay pruebas, testimonios certeros de sus logros en el terreno de la paz, que no sean sus brillantes discursos, exceptuando el de hoy, el de la ceremonia, que puede resumirse en una frase que han reproducidos los principales periódicos internacionales: “la guerra, instrumento para preservar la paz”. Y tan decidido está en ello que hace poco ha enviado 30 mil soldados hacia Afganistán para, según sus palabras, “perturbar, desmantelar y derrotar a Al Qaeda en Pakistán y Afganistán y prevenir su regreso a ninguno de los dos países en el futuro”. Nada más paradójico.
Si de preservar la paz utilizando la guerra se trata, George W. Bush debió recibir el galardón cada año durante su período de gobierno. Faltaba más.
Dar continuidad a una guerra basada en las “alucinaciones” de Bush, en lugar de emprender un sometimiento a éste y a sus aliados (José María Aznar, Silvio Berlusconi y Tony Blair) por crímenes de guerra, nos da pistas de la estrategia top secret que tendrá su gobierno.
Tiempo, le ha faltado tiempo para merecer el Premio. Y pensar que al gran pacifista, Ghandi, fue nominado cinco veces, es decir en cinco años, y ese período no fue suficiente porque nunca se lo otorgaron.