El Estado fue creado para ofrecer seguridad a los ciudadanos: seguridad contra las invasiones, seguridad contra la delincuencia y seguridad en las operaciones de comercio. No se concibe que el Estado puede ser delincuente.
Eso es lo que está pasando en nuestro país. Nuestro Estado no garantiza la seguridad contra las invasiones, pacífica en nuestro caso, de todos cuanto quieren entrar a nuestro país sin cumplir los requisitos exigidos por la ley.
La Policía, representante del Estado en el campo de la seguridad contra la delincuencia, a pesar de los esfuerzos que se han hecho en los últimos tiempos, no ha sido capaz de garantizar al ciudadano contra sus propios excesos y, por último, aquí cada funcionario se cree que tiene licencia para esquilmar a cuantos requieran de sus servicios. No es sólo el valor de esos servicios, sino que se inventan tasas y tributos que luego cobran manu militari.
La ley en nuestro país ha perdido su característica esencial de garantizar la libertad y es un juguete en manos de funcionarios desaprensivos.