Escrito por: ANTONIA CORTES SANCHEZ
Escritor, poeta, revolucionario, premio Nobel y hombre de solidaridad infinita
Hombre de principios claros, de corazón grande, de sueños alcanzables quizá no soñados, como el Nobel. Señor de las letras,y luchador del mundo, ventana abierta que reivindica una mirada al dolor, a la pobreza...
Su sonrisa es tímida, serena como su plante. Sus ojos limpios reflejan un aire de tristeza. Su imaginación se funde con la realidad y consigue alcanzar la fuerza de la creatividad, una creatividad que vierte en páginas blancas. Un nombre, José Saramago, un hombre, simplemente, sencillo.
Pregunta.- Iniciemos la entrevista con inocencia, la misma de su niñez. Un favor: cierre los ojos, regrese al pasado, a ese pueblo portugués donde pasó su infancia. ¿Qué ve?
Respuesta.- La inocencia perdida es irrecuperable. Regresar al pasado sólo es posible a través de la memoria, y ésta, demasiado lo sabemos, no siempre es de fiar. La aldea donde nací ya no "existe", existe una que tiene el mismo nombre, calles que son las mismas y otras nuevas, un río sucio en el que no se puede nadar. Lo que cuenta no es el espacio, sino el tiempo. Diría que es el propio tiempo el que perdió la inocencia.
P.- ¿Mantiene relación con los niños de entonces, con la gente con la que creció?
R.- Han muerto casi todos. Los que han quedado ya no tienen mucho que decirse unos a otros.
P.- Su juventud la pasó en Lisboa, ¿qué queda hoy de aquella Lisboa del ayer?
R.- Un cierto espíritu. Aunque las transformaciones físicas han alterado los perfiles de la ciudad todavía se encuentran algunos lugares conservados, todavía se respira una cierta atmósfera de perennidad, todavía permanece la luz. Pero Lisboa cambió mucho. De hecho, todo va cambiando.
P.- Vuelva a recorrer las calles del barrio alto, de la Lisboa antigua de fados y ropas colgadas en las ventanas y dígame un momento feliz y otro triste.
R.- La Lisboa antigua, los fados, las ropas colgadas de las ventanas son tópicos turísticos, las calles del Barrio Alto son hoy casi intransitables. En cuanto a momentos felices e infelices los viví un poco de todo tipo. El Barrio Alto nunca fue uno de mis lugares preferidos.
P.- Conoce bien la dureza del campo, también trabajó en un taller de motos. Ha contado que al salir de su trabajo se iba a la Biblioteca. ¿Recuerda el primer libro que leyó?
R.- Trabajé con coches, no con motos. Mi memoria no es tan perfecta que haya conseguido guardar el recuerdo del primer libro que leí. Sólo puedo decir que leí mucho, muchísimo, durante mi adolescencia.
P.- ¿Quién fue cómplice de los primeros escritos de Saramago, la noche o el día? ¿Cree en las musas, en la inspiración, en el momento?
R.- No creo en musas ni en la inspiración, y del momento sólo sirve lo que acontece en él. Si fue el día o la noche... no me acuerdo.
P.- No es fácil publicar, convencer a alguien para que su obra salga a la luz. ¿Tuvo que llamar a muchas puertas o fue un hombre de suerte?
R.- En general tuve suerte. Apenas tuve dos o tres negativas de editores y esas las tuve cuando quise publicar la novela Alzado en el suelo. Parece que el tema les asustaba.
P.- ¿Qué prefiere leer Saramago, sus poemas, sus novelas, sus cuentos?
R.- No me releo, salvo si por algún motivo preciso tengo que recordar algún pasaje, y eso tanto me puede ocurrir con las novelas, como con los cuentos o con las poesías.
P.- ¿Hasta que punto marca lo comercial la obra de un escritor?
R.- Yo no escribo pensando en el "comercio". Como cualquier otro objeto de consumo, el libro pasa por procesos de producción, distribución y publicidad, pero eso no condiciona mi trabajo.
P.- Siempre ha dicho que tiene todo porque quizá no buscó nada, ¿cree en el destino o el camino de la vida se lo va haciendo cada uno?
R.- No, no creo.