Supongo que el lector sabe que Friedrich Engels fue el colaborador, benefactor y el camarada para toda la vida de Karl Marx. Acaso sepa también que fue un sociólogo empírico que, en 1845, con 24 años de edad, escribió un brillante estudio sobre la condición miserable de los trabajadores de Manchester basado en sus observaciones personales; que redactó los volúmenes 2 y 3 de El capital; que Engels había tenido experiencia personal en la guerra de guerrillas y que supervisó los partidos socialistas europeos entre la muerte de Marx en 1883 y la suya propia en 1895.
¿Pero sabía el lector que este comprometido comunista también fue un apasionado jinete y un activo miembro de un exclusivo club de caza del zorro? ¿Que empezó como oficinista en una fábrica de tejidos de algodón y acabó siendo su co-propietario? ¿Que fue un inversor bursátil tan inteligente que dejó una fortuna de 23.000 libras inglesas, el equivalente actual a cuatro millones de dólares? ¿Que se graduó en la escuela de artillería prusiana y que fue un brillante estratega de salón? ¿Que se adelantó a Marx al escribir sobre economía política, y que le proporcionó incontables detalles sobre la rutina diaria de la producción industrial, así como de las finanzas y el mercado internacional? ¿Que no tuvo educación universitaria pero que asistió como oyente a las demenciales clases de Schelling en Berlín?
¿Sabía el lector que Engels fue un periodista de éxito, que redactó alguno de los artículos que se publicaron en el New York Daily Tribune firmados por Marx? ¿Que dominaba varios idiomas, incluidos algunos como el catalán y el provenzal? ¿Que fue el primer teórico feminista y a la vez displicente hacia las primeras suffragettes? ¿Que consiguió compaginar el internacionalismo con el nacionalismo alemán? ¿Que llegó a amar los cielos grises y bajos de Londres? ¿Que no fue ni un igualitarista (Leveler) ni un estatista? ¿Que fue un falibilista y defendió el debate abierto y sin censura en los partidos socialistas? ¿Que terminó abandonando su fe juvenil en las barricadas para confiar en el sufragio universal como mecanismo de transformación social? ¿Que él y sus camaradas con frecuencia organizaban sonadas fiestas en las que corría el alcohol? ¿O que este ateo se las arregló para que un clérigo anglicano le casase con su de facto mujer, entonces moribunda, una católica irlandesa analfabeta? Yo no sabía nada de eso antes de leer la espléndida biografía de Hunt.
Tristram Hunt, un profesor de historia de la Universidad de Londres, ha escrito una meticulosamente documentada y aún así vívida biografía de uno de los victorianos más eminentes y complejos. Hace algo más que informar de las diferentes facetas de Engels: el científico social autodidacta, el filósofo amateur pero petulante, el voraz lector de ciencia popular, el audaz organizador político y el elocuente orador, el azote de los proverbiales “desviacionistas” de la línea de partido y el amigo generoso de un enjambre de amigos devotos y adláteres.
Hunt explica y analiza las principales ideas de Engels y critica algunas de ellas, y lo hace de manera clara y académica, nunca como un ideólogo de la derecha o como un marx-engelsista recalcitrante. Hunt es un implacable pero objetivo analista de las acciones e ideas de Engels, pero amable hacia muchos de sus amigos de todas las edades, ocupaciones y clases sociales –de obreros fabriles a empresarios, de sindicalistas y activistas políticos, escritores y científicos– e insistentes gorreros.
¿Cómo explicar el hecho de que eminentes científicos como J.B.S. Haldane, erudito y co-fundador de la teoría sintética de la evolución, así como John D. Bernal, el cristalógrafo que tanto hizo por asentar los fundamentos de la biología molecular fuesen admiradores acríticos de las principales obras filosóficas de Engels, en particular de su Dialéctica de la naturaleza, publicada por vez primera en traducción inglesa en 1940?
Dos distinguidos biólogos de Harvard, Richard Levins y Richard Lewontin (1985), dedicaron su libro The Dialectical Biologist “a Frederick Engels, que se equivocó en muchas ocasiones pero la acertó en lo que contaba” (to Frederick Engels, who got it wrong a lot of the time but who got it right where it counted). Allí repitieron la confusión entre lógica y ontología que vicia la dialéctica tanto de Hegel como de Engels: “la contradicción material y lógica comparten la propiedad de ser procesos auto-negadores” (p. 282 [de la edición inglesa]). Sugiero aquí que la contradicción lógica y la “contradicción” (conflicto) material no tienen nada en común salvo la palabra “contradicción”. Mientras que la primera es irreal y atemporal, la segunda es real y procesual.
Imagino que el entusiasmo por la filosofía cruda de Engels en los treinta y los cuarenta, tanto en el Reino Unido como en Francia, formaba parte del paquete: socialismo, antifascismo, admiración por la rápida aunque brutal modernización de la URSS y una fe ingenua en que el Marx-Engelsismo era la última y más elevada versión del cientificismo. Debería saberlo, pues mi padre y yo estuvimos inicialmente seducidos por la Dialéctica de la naturaleza de Engels hasta el punto que él tradujo al español el cuerpo de texto principal, mientras que yo traduje las abundantes notas seudoeruditas. La política hace en ocasiones descarrilar a la razón.
Sin embargo, la Dialéctica de la naturaleza contiene algunos aspectos interesantes. El más obvio entre ellos es el ensayo aparte sobre “El papel del trabajo en la transición del simio al hombre”, escrito en 1876. El último Bruce G. Trigger (1967), el gran antropólogo y arqueólogo canadiense, observó la importancia de este ensayo en la larga y aún irresuelta controversia sobre los mecanismos de hominización. (Elogiar a Engels en el punto álgido de la Guerra Fría requería de coraje, algo de lo que la Academia justamente carece.) Antes de Engels esta controversia había estado dominada por los idealistas, como el famoso lingüista Max Müller, que sostuvo que lo que nos hace tan especiales es el lenguaje. Esta cuestión aún se encuentra bajo discusión, pero la mayoría de los participantes está de acuerdo en que el trabajo fue el factor principal, mientras que el lenguaje vino, en comparación, mucho más tarde. (¿Está escuchando, profesor Chomsky?).
Sólo tengo dos críticas. La primera es la siguiente: aunque Hunt afirma que Engels no fue sólo cientificista sino científico, yo creo que lo primero es correcto, pero que lo segundo sólo lo es a medias. Es más, Engels tuvo una gran fe en la aproximación científica y la aplicó en sus propios estudios sociales, pero sus críticas a las matemáticas y a la física revelan su profunda ignorancia en estas ciencias elementales.
Mi segunda objeción a Hunt es que se toma a Hegel tan seriamente como Engels, mientras que yo creo que, aunque Hegel abordó muchos problemas importantes, lo hizo de un modo tan hermético, con tal desdén hacia la ciencia de su época, que mucha de su obra acaba por asemejarse al parloteo posmoderno. Por cierto, en Alemania hubo dos Sociedades hegelianas, cada una con su propia revista, hasta la caída del Muro de Berlín: una en el Oeste y la otra en el Este. ¿Qué habrían pensado Marx y Engels sobre esta escolástica dual, que recuerda a la escisión entre los Jóvenes Hegelianos tras la muerte de aquel “poderoso pensador”? ¿Habrían repetido su frívola afirmación de que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como comedia? Quién sabe. ¿Y a quién le importa ya de todos modos?
Hunt ha escrito un libro importante y realmente ameno sobre uno de los más influyentes, interesantes, complejos, carismáticos y, hasta el momento, enigmático intelectual público en el siglo veinte. Este libro podría muy bien ser usado como guión para una interesante película sobre Marx y Engels, salvo que ni Paul Muni ni Orson Welles, ni tampoco Richard Burton, se encuentran vivos ya para interpretar a los personajes. En el ínterin, debería ayudar a los marxistas, antimarxistas y académicos sin partido a clarificar los puntos oscuros del marxismo, una mezcla de ciencia, pseudociencia, ideología y filosofía que vuelve a revivir cada vez que una crisis económica erosiona la confianza en las ideologías que proclaman la superioridad del capitalismo. El libro de Hunt puede que incluso tiente a algún académico a escribir la largamente pospuesta evaluación objetiva del legado teorético de Marx y de Engels titulada ¿Qué puede salvarse de los escombros del Marx-Engelsismo?
Referencias
Levins, Richard, and Richard Lewontin. 1985. The Dialectical Biologist. Cambridge, MA: Harvard University Press.
Trigger, Bruce G. 1967. Engels on the part played by labour in the
transition from ape to man : An anticipation of contemporary anthropological theory. Canadian
Mario Bunge es el más importante e internacionalmente reconocido filósofo hispanoamericano del siglo XX. Físico y filósofo de saberes enciclopédicos y permanentemente comprometido con los valores del laicismo republicano, el socialismo democrático y los derechos humanos, son memorables sus devastadoras críticas de las pretensiones pseudocientíficas de la teoría económica neoclásica ortodoxa y del psicoanálisis “charlacanista”.
Traducción para www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero
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