Mientras, inclemente, la crisis asfixia nuestros sueños y corona de espantos nuestra extraviada paz, todavía hay quienes reconfortan nuestros desasosiegos y nos siguen aportando esa fe que aún no perdemos y esa razón que aún nos asiste.
No importa que el infortunio acose y nos acorrale la desgracia, no importa que el sol de cada día nos niegue sus favores, alivia saber que Dios y el Mercado velan por nosotros.
Lo he confirmado ahora en que me entero que una empresa de Barcelona acaba de sacar a la venta la primera pelota de golf ecológica y biodegradable. Tan extraordinaria innovación permitirá la práctica del golf en entornos marinos sin correr el riesgo de contaminarlos. Según leo, la capa externa de las “ecobioball”, una vez caen al agua, se biodegrada en menos de 48 horas y libera al medio la comida para peces que lleva en su núcleo. Gracias a ellas y a la empresa que las produce, muchas personas, además de seguir disfrutando el juego del golf en las cubiertas de los grandes cruceros, en los resorts y otros espacios semejantes, no volverán a padecer escrúpulos ecológicos de ninguna clase dado que, incluso, estarán contribuyendo a la salvación de los desnutridos peces en vías de extinción. A no dudar de que muy pronto, en alta mar y tras de cada crucero, miles de ballenas, sardinas y otras marinas especies acompañen a los golfistas disputándose los errores que se les vayan al agua.
Y me admira saber que por más curva que la vida doble las esquinas, por más amenazas que ciñan nuestros miedos, el Mercado, que no nos desampara, analiza conductas, investiga causas, corrige problemas, busca y aporta soluciones.
Tampoco es la primera vez que, emocionado, asisto a noticias tan consoladoras e investigaciones tan determinantes.
Ocho años atrás, la Federación Alemana de Golf (DGV) investigó si las pelotas de golf perjudicaban la salud de las vacas. La citada federación estaba convencida de que en las verdes praderas alemanas, además de su tradicional y sabroso pasto, las vacas balanceaban su alimentación con pelotas de golf. Al parecer, eran tantos los campos existentes y tantas las extraviadas pelotas, que la citada federación, temiendo estar en lo cierto, financió una investigación que calibrase las consecuencias. Hay que suponer los numerosos investigadores que fueron necesarios para interrogar a cada vaca sobre el número de pelotas engullidas, o para recoger, que no siempre esos rumiantes están dispuestos a confesar las culpas, sus característicos residuos en forma de rosco pastelero a la búsqueda de indicios. Hay que imaginar las investigaciones paralelas que otras federaciones deportivas fomentaron en relación a la ingesta de pelotas de béisbol, de fútbol, de baloncesto…y a la posibilidad de que otros campestres animales se hubieran interesado en el mismo menú.
Ahora que la naturaleza, harta de cumbres huecas y vacíos protocolos, se dispone a ponerle fecha al cambio y titular a la tragedia, equipos de técnicos, de expertos, de científicos provistos de la más avanzada tecnología, afinan su ingenio y su tesón para reconfortar nuestras angustias y descubrir a tiempo, por ejemplo, que la leche de las vacas alemanas no está llena de hoyos y que un niño alimentado con leche de vaca alemana que coma pelotas de golf hasta podría convertirse en un maestro consumado de ese deporte si aprovecha los cruceros por el Mediterráneo para practicar el golf con las nuevas pelotas “ecobioball”.
Los premios IgNobel, que desde hace algunos años venían siendo la parodia de los Nobel hasta que éstos han optado por parodiarse a sí mismos, destacan algunos de los recursos económicos y técnicos que universidades, compañías públicas y privadas o instituciones dedican a investigaciones tan imprescindibles como, por ejemplo, descubrir porqué las vacas a las que se les da un nombre propio, incluso, apellidos, dan más leche que las que sólo deben escuchar los gritos e insultos del ganadero; o cuales son los efectos colaterales por tragar sables; o cómo se arrugan las sábanas; o cómo extraer fragancia y sabor de vainilla de excrementos de vaca; o porqué los arenques se comunican por medio de pedos.
En el 2005, el Ignobel de Biología fue entregado a varias universidades australianas, estadounidenses y canadienses, así como a algunas compañías francesas y suizas, y hasta al Instituto Australiano de Investigación del Vino, por haberse dedicado durante años, gracias a los cuantiosos recursos económicos y humanos dispuestos, a oler y catalogar los peculiares olores producidos por 131 diversas especies de rana en situación de estrés.
Y por si no bastara con la tecnología y los recursos del Mercado por reconducir los ánimos de un mundo atribulado hacia mejores destinos, la Iglesia también asiste al general desvelo aportando su santa bendición, que el comunismo podrá ser “inmoral e inhumano”, como advertía en estos días el papa Ratzinger, pero Dios seguirá siendo nuestra más divina y posible referencia humana y moral, el único, además del Mercado, que vela nuestros sueños.
Una muy grata noticia para despertar al año nuevo.