Tuesday, December 29, 2009

“…hasta que los afganos sepan defenderse”.-


Lo leía ayer en la prensa. La ministra española de Defensa, Carme Chacón, aquella que hace un año, con ese candor que la caracteriza y que nos supone a los demás, se definiera pacifista y afirmara que “los ejércitos del siglo XXI también lo son” porque “éstos no son tiempos para el intervencionismo militar”, declaraba en Kabul que las tropas españolas seguirán interviniendo ese país hasta que los afganos sepan defenderse. Un año atrás, la presencia militar española, al decir de su ministra, no tenía otro propósito que “garantizar la libertad” en Afganistán. Obviamente, resulta más barato que la libertad de ese país la garanticen los propios afganos… en cuanto aprendan a defenderse.

Pocos pueblos, a lo largo de la historia, han sabido defenderse de tantos enemigos y tan constantemente como el afgano. Desde Ciro el Grande, hasta Alejandro Magno, pasando por Gengis Khan, los afganos no tuvieron paz en el pasado. Persas, griegos, mongoles, árabes… y el presente no les ha ido mejor. En 1919 Afganistán alcanzaba la independencia luego de una tercera guerra contra la Gran Bretaña. La Unión Soviética sería el primer país en reconocerla y, también, el penúltimo en invadirla. En 1988, después de nueve años de derrotada ocupación, la URSS cedía el intervencionismo a un nuevo candidato al fracaso y éste no tardó en aparecer. Con el nuevo milenio, nuevos pretextos empujaron a los Estados Unidos arropados por tropas de distintas potencias occidentales, entre ellas España, a invadir Afganistán.

Extraña paradoja la que propone la ministra española, en la que un pueblo que nunca ha tenido tregua y que ha hecho de su historia un manual de defensa contra toda clase de enemigos, después de sobrevivir a todos los imperios, va a aprender a defenderse gracias a los humanitarios y pacifistas ejércitos occidentales.

Sin embargo, a juzgar por los propios informes militares españoles, los afganos están resultando ser aplicados alumnos capaces de obtener, a nada que se lo propongan, matrículas de honor. Según referían hace un año periódicos como El Mundo o El País, ya para entonces los insurgentes habían multiplicado por diez sus efectivos en Badghis, la provincia bajo tutela española. “Hace un año –explicaba un mando militar español- la insurgencia estaba a 100 kilómetros de la capital. Ahora la tenemos en la puerta”. Y ello, a pesar del esmero demostrado en la reconstrucción del país, la otra gran encomienda de las tropas españolas, a la que también se refería el militar español: “La mayoría es gente que no tiene donde caerse muerta y está dispuesta a luchar por unos pocos dólares. Por eso les estamos pagando por abrir zanjas y luego cerrarlas. El problema es que no puedes comprar a quienes han perdido un pariente a manos de tropas occidentales y aquí todo el mundo es familia”.

El mismo periódico (Público) que reseñaba ayer las declaraciones de Carme Chacón sobre la necesidad de que los afganos aprendan a defenderse, dos noticias más abajo, ofrecía otro nuevo titular para el mismo escenario: “La OTAN vuelve a matar niños en Afganistán”. Ocho niños afganos, en concreto, que no pudieron sobrevivir a una humanitaria operación militar occidental y, lo que es peor, que probablemente también tengan parientes.

No sé porqué pero tengo la impresión de que, mucho antes de lo que la propia ministra española supone, el pueblo afgano va a aprender a defenderse. Como estoy convencido, y sólo es otra impresión que tengo, de que el mismo día en que la insurgencia afgana y sus impredecibles parientes pasen factura a las tropas españolas y occidentales por los estudios realizados, las tropas españolas darán apresuradamente por terminada su pedagógica labor. Tal vez fuera eso lo que quiso decir la ministra al asegurar que "no nos iremos hasta que los afganos sepan defenderse", que el día en que aprendan a defenderse de nosotros, tendremos que buscarnos otro enemigo al que adiestrar.